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Cobrar por poner mantel, servir hielo o ir al baño: los abusos más disparatados en bares y restaurantes

FACUA ofrece una lista con 32 irregularidades que pueden sufrir los usuarios en locales de hostelería en el libro ‘Timocracia’.

Cobrar por poner mantel en la mesa en concepto de “servicio de lavandería” es el último y más disparatado abuso detectado por FACUA-Consumidores en Acción en bares y restaurantes. 1,75 euros por comensal es lo que cobraron en un establecimiento a dos clientes, según ha denunciado un usuario a través de Twitter“Se trata de una práctica tan ilegal y absurda como que cobraran un extra por limpiar la mesa, por que los vasos no estuviesen sucios o por el afilado de los cuchillos”, advierte el portavoz de la asociación, Rubén Sánchez.

“Lamentablemente, en el sector de la hostelería hay establecimientos que cometen una larga lista de abusos ante los que los usuarios deben estar en guardia, denunciar y, por supuesto, negarse a abonar conceptos que supongan una vulneración de la legislación”, señala Sánchez, que recopiló 32 de ellos en un capítulo de su libro Timocracia, editado por FACUA y su Fundación. Disponible por entregas en Timocracia.com, en él destapa “300 trampas con las que empresas y gobierno nos toman el pelo a los consumidores”.

Cobrar un extra cuando se pide hielo para un refresco, incluir los cubiertos en la factura o exigir el pago de un donativo para la limpieza de los baños son otros de los abusos más surrealistas denunciados por FACUA. Junto a ellos, otros mucho más habituales, como no incluir las bebidas en la carta para cobrar precios desproporcionados por ellas o indicar que la carne, el pescado y el marisco tienen “precios según mercado”, sin aclarar cuáles son.

Y todavía hoy hay bares y restaurantes cuyas listas de precios indican que no está incluido el IVA, “una práctica expresamente prohibida por la normativa de defensa de los consumidores, que obliga a indicar siempre precios finales, incluidos impuestos, sin que los usuarios tengan que realizar ninguna operación matemática para averiguarlos”, recuerda el portavoz de FACUA.

En cuanto a los suplementos por servir en mesa en los establecimientos donde también se puede beber y comer en la barra, “son legales, pero siempre que la carta desglose los precios de cada producto en función de donde se sirvan”, señala Sánchez. “Lo que no está permitido es limitarse a indicar que hay que pagar un tanto por ciento más”.

Junto a los abusos relacionados con los precios, FACUA también advierte de los platos trampa, consistentes en ofrecer un tipo de carne o pescado y servir otra especie, más barata: lenguado que en realidad son acedías, calamar que no es más que pota o carne de buey que es de vaca. Igualmente, son muchos los casos en que las cartas muestran fotografías de los platos que no tienen nada que ver con la realidad, algo que ocurre especialmente en algunas grandes cadenas de establecimientos.

Descárgate Timocracia gratis y por entregas en Timocracia.com.

32 cosas que pueden pasarte en un restaurante para que decidas no pisarlo nunca más.

Fotografía: Martínezld

1. Cobran la tapa de ensaladilla como si estuviera hecha con caviar de esturión beluga y la cerveza parece tener cebada cultivada en los jardines del Palacio de Versalles. Los precios son libres. Y tú también lo eres de no volver al local y de contar cómo se pasan, a tus amigos y en las redes sociales. Eso sí, en caso de que te quieran cobrar un pastizal por un producto del que habían ocultado el precio, puedes negarte. En cualquier caso, es necesario que la legislación del sector mejore para obligar a que el menú que se entrega en la mesa o la barra incluya los precios de todos los productos que sirven en el establecimiento. Con la normativa vigente en la actualidad, pueden omitir algunos si exhiben en un lugar visible una lista de precios completa. Si tampoco lo hacen, el incumplimiento de la ley es indiscutible.

2. No aparecen las bebidas en la carta. Y no se trata de que tengan una de vinos aparte. Hay locales donde informan de los precios de lo que se come pero no de lo que se bebe. A veces, es una trampa para cobrarte un disparate por una caña de cerveza o un refresco.

3. Cobran por el pan. Pueden hacerlo, pero sólo si está en la lista de precios. Suelen incluir en la cuenta una cantidad por cada persona que se sienta a la mesa, salvo que indiques que no lo quieres. Por cierto, si especifican que cobran por cada pieza, no descartes que el precio aumente si se acaba y pides más.

4. El aperitivo que no pediste te sale por un ojo de la cara. Salvo que indiques que no lo quieres, es perfectamente legal, siempre que aparezca en la lista de precios. Eso sí, mientras hay establecimientos donde puedes abrir boca con una riquísima y económica degustación de alguno de los platos que aparecen en la carta, en otros te cobran 3 euros por un triste puñado de patatas fritas de bolsa.

5. Los precios que aparecen en la cuenta son un 10% más caros que los de la carta porque había que añadirles el IVA. Está absolutamente prohibido. Y no vale eso de incluir una frase con la advertencia “IVA no incluído” para que se lo sumes tú a cada plato. Has venido a comer, no a hacer sudokus, que con un 10% es fácil, pero como vuelvan a subir el IVA… La ley establece que siempre hay que indicar el precio final completo, por lo que puedes plantear que no pagarás más del importe que habías leído junto a cada plato.

6. En mesa, los precios son más caros que en la barra. Pueden hacerlo, pero únicamente si en la carta desglosan todos los precios. Al igual que con el IVA, no es admisible legalmente limitarse a indicar a pie de página que habrá un porcentaje de incremento por el servicio en mesa.

7. Te cobran una cerveza de más. A veces es por error. Otras, porque se pasan de listos para ganar un dinero extra aprovechándose de que buena parte de los clientes no se para a revisar a la cuenta.

8. Hay un suplemento si quieres la carne muy hecha. Se ve que hay que compensar de alguna forma el descomunal sobreesfuerzo que representa para el cocinero. ¿Aplicarán un descuento si la pides casi cruda? Obviamente, ni se te ocurra aceptar esa tomadura de pelo.

9. En algunos platos de la carta, en lugar de los precios aparecen las siglas “SM” o “PSM”. Ni los platos incluyen un libro de texto ni tienen nada que ver con el Partido Socialista de Madrid. Se refieren a que aplican “precios según mercado”. Y como imaginarás a estas alturas, no es legal. Puede ser razonable que cada varios días, o incluso a diario, cambien los precios de carnes, pescados y mariscos frescos en proporción a su oscilación en el mercado, pero eso no les exime de reimprimir la carta o colocar una simple pegatina para actualizar sus importes.

10. Aplican un suplemento por el hielo. Si pides un refresco, resulta tan abusivo como si te cobraran por el vaso. Y cuidado, no vaya a ser que tengan otra tarifa por cada cubito extra. Si se trata de un café, siempre tienen la opción de incluir en la carta el “café con hielo” como un producto distinto. Es bastante cutre pero admisible legalmente.

11. El agua del grifo hay que pagarla. Pues sí, son unos roñosos pero no incumplen la ley… salvo que hayan olvidado incluirlo en la lista de precios.

12. Pides una pastilla para el dolor de cabeza y te la incluyen en la cuenta. No sólo no pueden cobrártela, sino ni tan siquiera dártela. Sólo las farmacias y los centros sanitarios pueden suministrar medicamentos. Si debido a sus contraindicaciones te provoca un problema, el responsable del establecimiento puede meterse en un lío.

13. Pretenden que pagues por entrar en el servicio. Igual la tarifa es más cara si quieres usar jabón o papel higiénico. Tan legal como que tú les cobres por tirar de la cisterna.

14. Hay una carta paralela cuyos precios sólo están en la mente de los camareros. “Además de lo que está en la carta tenemos…”. En muchos casos, el complemento directo de esta frase es una eterna lista de platos por los que tienes que volver a preguntar una y otra vez: “¿Qué es lo que dijo entre la urta a la roteña y el solomillo al whisky?”“El decimonoveno montadito, ¿era de melva con pimientos o con alioli?”. Si no aparecen ni en la carta que nos entregan en la mesa ni en una lista de precios perfectamente visible en el local, estás en tu derecho de negarte a pagar cantidades que consideres abusivas. Como mucho, puedes ofrecerte a abonar precios que se equiparen a los de otros platos que sí están por escrito. Y si no atienden a razones, tienen las de perder, no sólo porque no les pagues, sino por la multa que puede caerles. Haz una foto del listado de precios para aportarla como prueba si tienes que presentar una denuncia ante la autoridad autonómica de consumo.

15. Existe un “menú del día” del que nadie te informa. Una ley de 1965 obligaba a los restaurantes a ofrecerlo con primer plato, segundo, pan, vino (¡viva!) y postre. La norma está derogada, pero muchísimos locales tienen menú del día, en algunos casos porque creen que sigue siendo obligatorio -ya sólo lo es si la comunidad donde estén ubicados se lo impone en su normativa autonómica-. A veces lo esconden o le ponen un precio tan caro que sale más a cuenta elegir platos de la carta. Sus propietarios son tan listillos que creen que están saltándose una ley que ni siquiera existe. Y luego están los que incluyen en el menú platos que no darían de comer ni a sus mascotas.

Fotografía: Martínezld

16. No te permiten compartir el menú del día. Se ve que si comes de menú te están haciendo un favor, así que ni se te ocurra sacar la mano para coger una patata frita del plato de tu pareja, porque puede que haya cámaras grabándote. Pero no, obviamente no existe ninguna ley que diga que el menú es personal e intransferible, salvo en Asturias, que cuenta con un peculiar decreto que dice que los hosteleros pueden negarse a servir un número de menús inferior al de comensales.

17. Tu plato favorito de la carta está incluido en el menú del día, pero es distinto. Pongamos un ejemplo real: los Nachos San Fernando de Foster’s Hollywood. El camarero te pregunta si lo quieres con un ingrediente que siempre lleva ese plato, en este caso el guacamole, así que le contestas que por supuesto que sí. Cuando llega la cuenta, te lo han cargado aparte como suplemento. La práctica es denunciable incluso si en el papelito del menú te informan de que cobran ese ingrediente como extra. Porque no es un extra, ya que forma parte del plato. En nuestro ejemplo, Foster’s siempre puede empezar a cumplir la ley cutremente si rebautiza su plato en el menú como Nachos San Fernando Sin Guacamole.

18. Algunos precios se indican por gramos y no por unidad. Hay platos en los que puede ser razonable informar así, pero para no llevarte a error, la carta debería aclarar al menos el peso referente que suelen tener de media y el precio que les correspondería. Y si se trata de una pieza entera, por ejemplo un pescado, puedes solicitar que te la enseñen antes de cocinarla.

19. Cobran por el cubierto. Salvo que la idea sea que los paguen los clientes que quieran llevárselos a casa, es tan ilegal como que te cargasen una cantidad adicional por limpiar la mesa o poner el mantel. En resumen, no puede cobrarse nada que resulte necesario para la prestación del servicio. Y no, lo de que podrías comer con las manos no cuela.

20. Pides ketchup para la hamburguesa y te lo cobran aparte. Es cutre, sí, pero si aparece la salsa en la lista de precios igual tienes que pagarlo, salvo que quieras entablar un combate dialéctico con el responsable del local sobre el hecho de que concebir una hamburguesa sin ketchup es un pecado tan grave como que te pongan la carne entre dos rebanadas de pan de molde.

También hay abusos que van más allá de los precios:

Fotografía: Martínezld

21. El plato de pescado tarda tanto que empieces a sospechar que han enviado al cocinero a practicar La pesca de salmón en Yemen con Ewan McGregor.

22. El camarero sufre un síndrome de sordera selectiva y no percibe el sonido que producen ciertas combinaciones de palabras como “agua del grifo” o “cambiar los cubiertos”.

23. Empiezan a tomarte nota de la comida con la mesa sucia. No falla: once de cada diez veces acabarán sirviéndote los platos sin haberla limpiado.

24. Eres el único sin atender en el local y el camarero sigue sin prestarte atención aunque te acerques a la barra. Necesita colocar antes todos esos platitos, cucharillas y azucarillos, ante el riesgo de que lleguen otros 300 clientes de golpe.

25. Desde que te sirven la bebida hasta que vuelven para tomar nota de la comida te ha dado tiempo a ver en el móvil la última temporada de Juego de tronos. Cada vez que aparece el camarero, se dedica a mirar al horizonte en lugar de a las mesas. Y cuando por fin se da cuenta de que estás levantando la mano, se da la vuelta. Posiblemente pensará que estás llamando un taxi. Lo peor es cuando acaban sirviendo los platos a un ritmo distinto para cada comensal y a tu pareja le ponen el postre mientras a ti todavía no te han servido el primer plato. Y tu comida llega por fin… fría. La solución no siempre es que se lleven el plato para volver a calentarlo. Si habías pedido la carne poco hecha, puede regresar más dura que la suela de un zapato.

26. El plato que te ponen no se parece en nada al de la foto. Y es que las imágenes de la comida que anuncian los restaurantes son como la foto de perfil que algunos amigos cuelgan en las redes sociales (la tuya no, por supuesto). Tienen tantos filtros y retoques que cualquiera diría que las hamburguesas de McDonald’s llevan demasiada carne.

27. Cuando traen la cuenta te dicen que no pueden cobrar con tarjeta porque la máquina se les averió ayer. Es algo que debieron indicar con un cartel, justo donde dicen que admiten el pago con tarjeta, y que el camarero tendría que haberte informado al llegar. Si no llevas suficiente dinero en efectivo, igual tu casa está más cerca que un cajero donde no te cobren comisión. Puedes pedir la cuenta del restaurante para hacerles el ingreso. Aunque igual tienen la desfachatez de insistirte en que salgas a la calle a buscar el dinero… y que les dejes a tu primogénito como señal.

28. El camarero regresa para que le aclares si habías pedido la carne muy hecha, poco hecha o al punto. Después vuelve para que le confirmes que era solomillo y no entrecot. Y al rato, te pregunta si lo quieres acompañado de alguna salsa -si quieres la mejor, pídele cualquier cosa de Celia Cruz-. No es que haya tomado mal la nota, lo que pasa es que la cocina va con retraso e intenta que no te des cuenta.

29. El aceite de oliva que sirven para acompañar las tostadas solo fue virgen extra el día que compraron las botellitas que rellenan cada semana. Desde marzo de 2014, un real decreto prohíbe en España utilizar aceiteras rellenables en establecimientos de hostelería. Los envases tienen que estar provistos de un sistema de apertura que pierda su integridad tras su primer uso y disponer de un mecanismo de protección que impida su rellenado, pero hay quien usa sus trucos para saltarse la norma.

30. Que te ofrezcan lenguado y te pongan acedías, que en el mercado cuestan la mitad. Son dos pescados que se prestan a confusión y en muchos establecimientos sirven el segundo haciéndolo pasar por el primero. Lo mismo ocurre cuando ofertan calamar y es pota, o carne de buey que en realidad es de vaca. Hay una larga lista de platos trampa, que llega al sumun cuando pides liebre y te ponen carne de gato. Es broma. No, no es broma.

31. Lo que sirven no se lo comerían ni los zombis de Guerra mundial Z. Hay locales donde la calidad brilla por su ausencia e incluso no tienen escrúpulos para servir alimentos en mal estado, algo que no resolverían ni aunque Alberto Chicote se fuese a vivir con el dueño. Si el plato está incomible o no tiene nada que ver con lo que has pedido, puedes negarte a pagarlo. Y si sufres una intoxicación alimentaria, no dejes de reclamar una indemnización por daños y perjuicios.

32. Entras en el baño y compruebas que el diseñador del local ha olvidadocolocar la tapa al váter. Se trata de una técnica centenaria, inventada en las cantinas del Salvaje Oeste americano, que tiene por objeto evitar que los clientes hagan aguas mayores. Algunos hosteleros la sustituyen eliminando el papel higiénico, el jabón… e incluso el propio váter.

 

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