El Resurrection Fest, las bandas y sobre todo su público dictan sentencia en la vigésima edición del festival. El apoyo a la causa Palestina fue unánime mientras la organización del Resu hizo lo que mejor sabe hacer, ofrecernos un festival excelente que queda grabado a fuego en la memoria de todos.
Siempre que voy de festival o a algún concierto, llevo una canción en mente que me acompaña desde que me levanto de la cama. Una de estas que le taladran a uno la cabeza y que no te puedes sacar ni aunque te de por ir escuchando las noticias en la radio. El viaje no era demasiado largo, unas 3 horas y media me separaban de Viveiro. Suficiente para escuchar unas 200 veces a ese demonio que se asomaba a mi lado izquierdo de la cabeza, tocándome los primeros acordes de Blind de Korn y preguntándome sin parar eso de: «Are you ready?».
Esta pequeña localidad gallega que cada verano se transforma para acoger uno de los mayores eventos mundiales de metal, punk y hardcore, acogió la vigésima edición del Resurrection Fest Estrella Galicia con una mezcla de euforia, nostalgia y un orgullo inmenso. Durante cuatro días, del 25 al 28 de junio de 2025, el recinto de Lavandeiras-Celeiro acogió a unas 40.000 almas diarias, llegadas de diferentes rincones del mundo, unidas por la pasión por la música más cañera y el espíritu de comunidad que define al Resu. Desde enredado.info, tuvimos el privilegio de vivir casi cada riff, cada pogo y cada momento de conexión en un festival que no solo celebró dos décadas de historia, sino que reafirmó su lugar como un faro global de la cultura alternativa.
Entre leyendas como Slipknot, Korn, Judas Priest o los más que consagrados Angelus Apatrida, propuestas frescas como Broken by the Scream o Seven Hours After Violet, y un cierre inolvidable con Skindred, el Resurrection Fest 2025 fue una experiencia que trascendió lo musical para convertirse en un canto a la resistencia, la diversidad y la solidaridad. Aquí va nuestra crónica de los momentos que hicieron de estos cuatro días un capítulo imborrable en la historia del metal.
Un arranque que marcó el tono
El miércoles 25 de junio, Viveiro se despertó con el rugido del Main Stage y la promesa de una edición histórica. La primera jornada fue un despliegue de diversidad sonora, con un protagonismo femenino que resonó con fuerza. Jinjer, liderados por la magnética Tatiana Shmaylyuk, abrió la veda con un huracán de groove metal y metalcore que desató pogos frenéticos. La ucraniana, con su voz que alterna guturales viscerales y melodías cristalinas, llevó al público a un viaje totalmente emocional.
Skynd sorprendió con su true crime metal, envolviendo a los asistentes en una atmósfera oscura y teatral que fue tan perturbadora como fascinante. Pero el momento álgido llegó con Judas Priest, los dioses del heavy metal que, con Rob Halford al frente, transformaron el escenario en un altar donde clásicos como “Painkiller” y “Breaking the Law” hicieron temblar el suelo.
La jornada cerró con la elegancia sinfónica de Tarja, que debutó en el festival con una voz que cortaba el aliento, y la crudeza histórica de Kanonenfieber, cuyo black metal evocó los horrores de la Primera Guerra Mundial. Fue un inicio que equilibró lo clásico y lo innovador, dejando claro que el Resu venía con todo.
Korn y la verbena gallega
El jueves 26, el festival subió la apuesta con una jornada que combinó intensidad y jolgorio. Northlane abrió el Main Stage con su metalcore progresivo, demostrando por qué Australia es una cantera de talento moderno. Death Angel, desde la Bay Area, trajo el thrash metal más puro, con Mark Osegueda liderando un asalto sónico que no dio tregua.
La sorpresa llegó con Seven Hours After Violet, el proyecto de Shavo Odadjian, que cautivó con su metal alternativo y una frescura que conectó con todas las generaciones. Municipal Waste transformó el Ritual Stage en una fiesta punk-thrash, con crowdsurfers volando y Tony Foresta desatando el caos con su humor irreverente.
Till Lindemann, con su cabaret industrial, hipnotizó con un espectáculo tan provocador como magnético, mientras Heredeiros da Crus convirtió el escenario en una plaza de pueblo gallega, con miles cantando “Quero Josar” en una verbena inolvidable.
Pero el clímax llegó con Korn, los titanes del nu-metal que, liderados por Jonathan Davis, hicieron temblar Viveiro con himnos como “Blind” y “Freak on a Leash”. Su intensidad emocional y su conexión con un público entregado consolidaron la jornada como un hito en la historia del festival.
Angelus Apatrida y la respuesta a la polémica
El viernes 27 Viveiro demostró que el Resu es mucho más que música: es una comunidad. La jornada comenzó con el kawaii metal de Broken by the Scream, que trajo desde Japón una explosión de color y energía, seguida por la brutalidad festiva de Party Cannon, que llenó el Ritual Stage de globos y mosh pits. Deviloof, también desde Japón, consolidó la presencia nipona con un metalcore técnico y visceral.
Aphonnic puso el acento gallego con un show cargado de emoción y un mensaje claro de apoyo a la causa palestina, proyectando un telón con el lema “Free Palestine”. Este gesto, compartido por otras bandas y un público que ondeó banderas, fue una respuesta contundente a la polémica con KKR, el fondo de inversión vinculado al festival, reafirmando el compromiso social de la comunidad del Resu.
Soen y Tesseract ofrecieron momentos de introspección con su metal progresivo, mientras Crucified Barbara celebró su regreso con un hard rock lleno de actitud. La decepción vino con Falling in Reverse, cuyo uso de playback, -o backing tracks como dicen ellos- empañó un concierto que prometía ser épico, pero Derby Motoreta’s Burrito Kachimba salvó la noche en el Desert Stage con su kinkidelia psicodélica.
Angelus Apatrida cerró con un thrash metal apoteósico, celebrando 25 años de carrera y alzando también la bandera palestina. Su humildad y entrega los coronaron como los verdaderos reyes de la jornada.
Slipknot y el cierre mágico de Skindred
El sábado 28, bajo un cielo que amenazaba con orballo, el Resu despidió su vigésimo aniversario con una jornada que fue puro fuego. Our Natural Killer y The Broken Horizon, ganadores del concurso de bandas, mostraron el talento emergente español con metalcore crudo y emotivo. Gutalax convirtió el Main Stage en un circo escatológico, con hinchables y risas que rompieron cualquier tensión.
Tetrarch y Mental Cruelty mantuvieron la intensidad con nu-metal y deathcore, mientras Aviana y Spectral Wound ofrecieron contrastes entre el metalcore teatral y el black metal poético. Adept, como incorporación de última hora, preparó el terreno con su post-hardcore melódico.
Y fue Slipknot quien desató el caos definitivo. Corey Taylor y su legión de máscaras transformaron el Main Stage en un campo de batalla, con un setlist impecable, culminó en un espectáculo pirotécnico que iluminó el cielo de Viveiro. Los fuegos artificiales, fueron un homenaje al legado del festival.
Pero el verdadero broche de oro llegó con Skindred, que cerró el Resu con una fiesta sin precedentes. Benji Webbe, con su carisma y su mezcla de nu-metal, reggae y punk, convirtió el recinto en una pista de baile, con miles de personas participando en la fiesta. Su buen rollo unió a metaleros de todas las edades en una celebración de hermandad que dejó a todos con una sonrisa imborrable.
Una organización impecable y un espíritu único
El Resurrection Fest 2025 no solo brilló por su cartel, sino por una organización que rozó la perfección. Desde la puntualidad de los horarios hasta las zonas de descanso, el Resurrection Fest Boulevard repleto de food trucks y mercadillos, y la amabilidad del personal, todo funcionó como un reloj. Los asistentes, que llenaron el aforo diario de 40.000 personas, disfrutaron de un ambiente seguro y vibrante, con las calles de Viveiro convertidas en un hervidero de camisetas negras, tatuajes y sonrisas. La gastronomía local, regada con buenos litros de cerveza, fue un complemento perfecto para un festival que cuida cada detalle.
La polémica con KKR, que generó debates previos por su vinculación con inversiones controvertidas, quedó eclipsada por la respuesta de bandas como Aphonnic y Angelus Apatrida, y un público que alzó banderas y consignas en apoyo a Palestina, demostrando que el Resu sigue siendo un espacio de resistencia y solidaridad.
Mirando al futuro
El vigésimo aniversario del Resurrection Fest no solo fue una celebración del pasado, sino un vistazo al futuro. La organización ya ha anunciado que la edición de 2026 está en marcha, con promesas de un cartel aún más ambicioso y mejoras en la experiencia del festival. Rumores sobre posibles cabezas de cartel ya circulan entre los fans, que agotaron las entradas de esta edición en tiempo récord. El Resu ha demostrado que, tras dos décadas, no solo sobrevive, sino que crece, adaptándose a nuevas generaciones sin perder su esencia.
Un festival que trasciende
Desde enredado.info, hemos vivido el Resurrection Fest 2025 como un viaje emocional, desde la furia de Slipknot hasta la elegancia de Tarja, pasando por la irreverencia de Gutalax, la pasión local de Heredeiros da Crus y Aphonnic, y la celebración final de Skindred. Cada jornada tuvo su magia: la intensidad de Korn, el orgullo de Angelus Apatrida, la frescura de Broken by the Scream y Deviloof, y la diversidad de propuestas como Derby Motoreta’s Burrito Kachimba. A pesar de tropiezos como el playback de Falling in Reverse, el festival demostró que su fuerza radica en su comunidad, en la conexión entre bandas y público, y en un espíritu que trasciende fronteras. Viveiro, con su brisa cantábrica y su hospitalidad gallega, nos acogió como en casa, recordándonos por qué el Resu es más que un festival: es un hogar para los que encuentran en el metal una forma de vida. Ya contamos los días para volver en 2026, con la certeza de que el Resurrection Fest seguirá siendo el latido del metal mundial.
Y ya, con las fuerzas justas para cantar esa de «Beating me down, beating me, beating me down, down, into the ground»… Nos volvemos a casa. Hasta el año que viene, Viveiro.
Fotografía y redacción: Juanje de la Iglesia.
