Versión clásica

Causas de la ocultación de lo leonés y sus realizaciones (II parte)

Le cuesta a un leonesín de a pie convencer a alguien, incluso ahora, de los logros de aquel reino que marcó la política y hasta el diseño de la Península durante más de 300 años.

Después de lo visto y leído en la intervención anterior, y sin entrar en pormenores que darían, más bien, para una larga y sesuda tesis doctoral, podemos extraer una consecuencia: con la inestimable ayuda de los cantares de gesta y de los romances que se fueron desgajando de los mismos, llegando a tener vida propia, se va forjando una doctrina, que encontramos perfectamente asentada en el siglo XIV, en la que tanto el Fernán Gómez aludido, como el Cid Campeador, terminarán siendo, en la contemporaneidad, unos verdaderos prototipos de la españolidad o castellanidad más genuina, más legítima y hasta más castiza.

el cid

En la enciclopedia Álvarez podemos leer “El Cid es considerado modelo de caballeros porque era muy bueno y todo lo hacía bien”. Fotografía: Martínezld

Así, para la famosa Enciclopedia de Álvarez, “Entre los guerreros cristianos sobresalió uno que se llamaba el Cid. Este famoso guerrero venció a los árabes en muchísimas batallas y les quitó la ciudad de Valencia. El Cid es considerado modelo de caballeros porque era muy bueno y todo lo hacía bien. Por su lealtad y grandes virtudes es considerado como modelo de caballero cristiano”.

De hecho, en el Cantar de Mío Cid, y en esta dialéctica de buenos y malos, los castellanos siempre serán los buenos y, por el contrario, los leoneses, desde los propios reyes, los malos. Así se fabrican los mitos, los sambenitos y hasta las infamias que son transmitidas por generaciones, especialmente cuando aquellos que son víctimas de dichas manipulaciones no tienen, ni siquiera, posibilidad de contrastarlas. O acaso ni lo intentan.

Sobre el otro personaje aludido, el inefable Fernán, tampoco escatima los elogios: “Fernán González luchó valientemente contra los moros, arrebatándoles muchas tierras, y por sus grandes cualidades adquirió tal ascendiente entre los castellanos que de hecho era el verdadero dueño y señor de todo el condado.” Y de toda España, por lo que se desprende del poema, podríamos afirmar.

Ramiro II y la batalla de simancas

Sala dedicada a Ramiro II y la batalla de Simancas en el Centro de Interpretación del Reino de León ubicado en el Palacio del Conde Luna. Fotografía: Martínezld

Naturalmente no se hace mención alguna a su señor Ramiro II ni a su victoria sobre Abderramán III en la batalla de Simancas, la más importante de la Edad Media, en la interpretación actual de muchos historiadores. Para esta interpretación, el rey leonés es un pobre segundón, sin carácter y sin dotes de mando, que es capaz de cambiar su reino por un caballo y un azor. Otro tanto ocurre en el caso de Alfonso VI en comparación con el gran señor (Sid / Cid) que encarna los valores de fidelidad y honradez, curiosamente, frente a los cristianos y no contra los musulmanes, que es condenado “injustamente” al destierro por haber hecho jurar a su Señor, en Santa Gadea, no tener nada que ver en la muerte de su hermano. Un cuento más en el que ya nadie cree, excepto los atrapados, precisamente, en la tela de araña de esa “Enciclopedia” y sus consecuencias.

Y ¿por qué nos parecen de tan gran importancia estas opiniones vertidas en la Enciclopedia Álvarez? Fácil deducirlo cuando constatamos que, entre los años 1954 y 1996 era prácticamente el único manual que tenían los niños españoles para aprender historia, puesto que la misma, dirigida, en sus diferentes “grados”, a niños desde los 6 a los 16 años, coparía prácticamente el mercado nacional hasta llegar al 80 % del mismo y vender, entre 20 y 30 millones de ejemplares.

escudo león

Detalle de un león rapante. Fotografía: Martínezld

Aquí ya la ocultación de León es tan manifiesta que, espigando sus páginas apenas encontramos alusión alguna ni al Reino de León ni a sus reyes. Desde la expansión del reino asturiano”, pasa, sin solución de continuidad al “nacimiento de Castilla”. Y lo más lamentable es que su autor, Antonio Álvarez Pérez, era un maestro de Zamora… No queremos ser tan mal pensados para suponer que se viera influido por el hecho de que la publicación se llevara a cabo en la Editorial Miñón, de Valladolid… Quizá, simplemente, estemos ya ante una verdad asentada en el tiempo, en los manuales al uso y el diseño, incluso, de las directrices del “régimen” que necesitaba referentes, hasta morales, para “adoctrinar” a los niños españoles en aquellos años. Y, de ese modo, “burla burlando”, Castilla se asentó como modelo único (¿o ya lo era?) y resumen perfecto de la España más española.

Con mimbres semejantes, cualquiera puede imaginar el cesto que se pudo construir en la mente de los niños españoles, incluyendo los leoneses, y aquí podemos, al menos, intuir lo que le cuesta, a un leonesín de a pie convencer a alguien, incluso ahora, de los logros de aquel reino que marcó la política y hasta el diseño de la Península durante más de 300 años.

Fernando III de León y Castilla

Fernando III de León y Castilla. Colección de cuadros de los Reyes de León del Ayuntamiento de León. Fotografía: Martínezld

Por todo ello, sin duda, además de los dos personajes arriba citados, entre el siglo X y los finales del XIII,  no aparecen más que los reyes siguiente: una ligera mención a Alfonso III, una casi insultante apología de Alfonso VIII, el de las Navas (para nosotros Alfonso I de Castilla), Fernando I, a quien se califica, sin reparo alguno, como “rey de Castilla” que “se adueñó también de León”, Fernando III el Santo a quien califica, sin ambages, como “el mejor rey de Castilla”, y su hijo Alfonso X el Sabio, por el que, el autor, no parece mostrar demasiada simpatía, puesto que, aunque señala que “escribió muchos libros”, también le hace un evidente reproche cuando afirma que, tras las hazañas de su padre Fernando: “solo hubiera hecho falta un sucesor de su categoría para expulsar definitivamente a los árabes de España, pero no lo hubo”.

Al lado de ellos y, por la extensión que le dedica, aparece un personaje, absolutamente dañino para la historia del Reino de León y su memoria; quizás uno de los mayores causantes del olvido, la manipulación y la ocultación deliberada del mismo, objeto de estas reflexiones. Hablamos del arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, del navarro vendido a los intereses de Alfonso el de las Navas que, según la “Enciclopedia”, era “cultísimo” (a lo que añade otras muchas virtudes, cargos y actuaciones) hasta el punto de atribuirle haber iniciado la fundación de “la Universidad de Palencia”. Falso de toda falsedad, pues ni fue nunca universidad ni el Studium Generale fue fundado por este señor sino por el obispo Tello Téllez de Meneses.

Bueno es, sin embargo, dedicarle algunas líneas al inefable arzobispo de Toledo (al Toledano), canciller de Castilla, amigo íntimo de Alfonso I del mismo reino, adulador sin medida de dicho rey y antileonesista recalcitrante.

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De rebus hispaniae, que es conocida también como el Cronicón de las cosas sucedidas en España, Historia de los godos o Crónica del toledano. Fotografía: Wikipedia

La imagen que Jiménez de Rada fue capaz de transmitir sobre el reino de León es, entre otras razones, fruto, precisamente, de esa animadversión hacia lo leonés, especialmente mediatizada por su odio al Alfonso leonés (IX u VIII) y su acendrado amor hacia el Alfonso castellano (VIII o, más bien I de Castilla). Así se puede comprobar en su obra más celebrada, De rebus hispaniae, que es conocida también como el Cronicón de las cosas sucedidas en España, Historia de los godos o Crónica del toledano. Jiménez de Rada aplicó en ella su visión particular de la general historia de la península ibérica hasta 1243, cuatro años antes de su muerte. Esta obra se constituiría en la fuente fundamental de la redactada a iniciativa del rey sabio.

Alfonso X la escuela de traductores de Toledo. Puy du fou

Alfonso X y los traductores de Toledo. Tablilla de Puy du Fou. Fotografía: Martínezld

A este cronista, del mismo modo que a Juan de Osma (conocido también como Juan de Soria, Juan Díaz o Juan Domínguez, eclesiástico vinculado a la cancillería real de Castilla, especialmente entre 1217 y 1239, y posterior obispo de Osma y Burgos), podemos atribuirles el calificativo de muñidores dela doctrina “oficial” que sería transmitida, sin ningún tipo de cuestionamiento, para el resto de los siglos. En este caso, por medio de su obra Crónica de los reyes de Castilla que redactó entre 1223 y 1237.

capilla catedral de sevilla

Detalle de la capilla de Fernando III en la Catedral de Sevilla. Fotografía: Martínezld

Nos encontramos, precisamente, en la época en la que se está gestando la preponderancia de lo castellano sobre lo leonés y en la que se contempla el declive de León a favor de Toledo o, posteriormente, Sevilla. Así, de una manera ni siquiera disimulada (ya no había necesidad de ello) se asentaría lo que podríamos definir como la ideología castellanista que se impone, de manera irreversible y desgraciadamente, a la leonesista. Para ello se utilizarán todos los medios al uso: los cantares de gesta, los romances, las crónicas y la propia historia que se redacta, de manera “definitiva”, bajo la dirección de Alfonso X, en la Estoria de España. El daño ya estaba hecho y sería irreparable. La damnatio memoriaese había consumado.

Una pequeña anécdota sobre Juan de Osma; elegido obispo de León, en 1237, tras la renuncia del obispo Arnaldo, que había permanecido únicamente un año en la sede legionense. La oposición del propio Fernando III impidió la toma de posesión del citado Juan que fue sustituido, curiosamente, por otro Juan (un año en la diócesis) y posteriormente por Martín Arias. ¿Evitaba así el rey que se contaminara su canciller?

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La Crónica Najerense que, en las apreciaciones de algunos de sus críticos, se trata de una reinterpretación de una crónica anterior (la Historia Silense), Fotografía: Wikipedia

No haremos mención a la Crónica Najerense, anterior a las obras citadas y que, en las apreciaciones de algunos de sus críticos, se trata de una reinterpretación de una crónica anterior (la Historia Silense), defensora de lo leonés, para reconvertirla en castellana, pero sí resultaría de interés, traer un mínimo recuerdo de nuestro siempre recurrente D. Lucas de Tuy.

Curiosamente, siempre ha sido tachado de leonesista, mas, a pesar de sus buenas intenciones, que, sin duda las tuvo y trató de contrarrestar con verdades los argumentos contrarios, ¿cómo podía sustraerse a la influencia de la corte en la que se movía? Basta con una cita para entender la situación en la que se encontraba el buen canónigo de San Isidoro:

Constreñido y forçado por los mandamientos de la muy sabia y muy gloriosa reyna de las Españas doña Verenguela, me mandó que escribiese los libros, compuestos de los coronistas por santo Ysidoro y por otros sabios de la estoria de los reyes españoles. Puse este prohemio y prefaçión en la primera fuente del volumen porque aprendan los generosos príncipes por sangre e por claros fechos governar los reynos a sí subiectos no menos sabia que piadosamente que con mano valiente y poderosa, porque entonces la orden del derecho se guarda, quando se proçede en el regimiento de los súbditos más de gran y gualdad que de poderío.

¿Leonesista y vigilado por doña Berenguela que, en la apreciación de algunos historiadores, era una verdadera metomentodo? Imposible. Y este calificativo no es gratuito; así parece desprenderse, incluso, de una misiva que su hijo Fernando le hace llegar durante la conquista de Sevilla: “Madre, deje a los hombres ocuparse de las cosas de los hombres”.

  • Textos: Hermenegildo López
  • Fotografías: Martínezld

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