Versión clásica

El Museo del Prado expone La condesa de Chinchón de Goya tras su restauración

El  estudio  técnico  del  año  2000  reveló  que  fue  pintado encima de un lienzo ya utilizado por Goya. Con la colaboración de la Fundación Iberdrola España, miembro Protector del Programa de Restauración del Museo del Prado, esta quintaesencia del retrato cortesano ha sido sometida a un proceso de fijación de la capa pictórica y de eliminación del barniz oxidado y de la suciedad acumulada en la superficie de la pintura. La intervención ha permitido recuperar los valores originales de la obra y apreciar las magistrales pinceladas de Goya, cubiertas por un velo oscuro y amarillento que impedía captar la profundidad y el aire del espacio que envuelve a la figura.

El Museo del Prado expone La condesa de Chinchón de Goya tras su restauración

Fotografía: Museo del Prado

Madrid, 28 de diciembre de 2020. El Museo Nacional del Prado presenta hoy La condesa de Chinchón de Goya tras haber sido intervenida dentro del programa patrocinado por la Fundación Iberdrola España como miembro Protector del mismo.

La  obra,  documentada  en  el palacio  de  Godoy  en  1800,  fue trasladada  en  1813  al Depósito General de Secuestros, situado en el almacén que la Fábrica de Cristales de San Ildefonso tenía en la calle Alcalá. En 1814, se sitúa en el palacio de Boadilla del Monte (Madrid) entre los bienes devueltos a la condesa de Chinchón y permaneció en posesión de sus descendientes directos hasta su  incorporación a las colecciones del Prado, en 2000, gracias a la adquisición de la obra con fondos del Estado y una aportación del propio Museo Nacional del Prado procedente del legado de Manuel Villaescusa.

La condesa de Chinchón de Goya

Antes de la restauración Fotografía: Museo del Prado

Esta restauración, realizada por Elisa Mora, ha permitido recuperar los tonos verdes de las espigas del tocado, la calidad precisa de la gasa del vestido y sus adornos bordados o los sutiles matices de los grises y blancos.

Tras  38  años  en  los  talleres  de Restauración  del Museo  Nacional del  Prado,  Elisa Mora afronta su jubilación con la satisfacción de haber trabajado en la recuperación de los valores originales de grandes obras del arte universal como  El 2 de mayo de Goya; El vino de la fiesta de San Martín de Bruegel el Viejo; o La Dolorosa con las manos abiertas de Tiziano, pintada sobre mármol, y haber sido merecedora junto al resto  del  esquipo  del Restauración  del  Museo  Nacional del  Prado  del  Premio Nacional de Restauración y Conservación de Bienes Culturales 2019, concedido por el Ministerio de Cultura y Deporte.

La restauración

El  retrato  de  La  condesa  de Chinchón  es  una  pintura  al  óleo sobre  lienzo  que  se encuentra  en  un  excepcional  estado  de  conservación.  Su  reciente restauración comenzó   en   marzo   de   2020,   pero   se   conocen   pocos   datos   de  intervenciones anteriores.  En 1988 y 1996 se consolidaron en los talleres del Prado pequeñas zonas de la capa pictórica para la exposición de la obra en el Museo. Y tras su adquisición en  el  año  2000, el  estudio  técnico  reveló  que  fue  pintado  encima  de  un  lienzo  ya utilizado por Goya, en el que se identifica plenamente en su radiografía un retrato en pie de Godoy, y otro menos visible y subyacente de un caballero joven, que lleva en el pecho la cruz de la orden de San Juan de Malta. Ambos fueron cubiertos por una capa  de  color  beige  rosado,  utilizada  como  preparación  del retrato  final  de  la condesa de Chinchón.

La condesa de Chinchón de Goya

Después de la restauración Fotografía: Museo del Prado

La actual intervención ha reforzado las esquinas del lienzo original, que se  encuentra sin forrar, y se han sustituido por hilos de lino varios parches de tela aplicados en el pasado sobre pequeñas roturas. Ha sido importante la fijación de la capa pictórica y de la preparación, por la presencia de craquelados que suponían un peligro de desprendimiento. La última fase de la restauración ha consistido en la eliminación del barniz oxidado y de la suciedad acumulada en la superficie de la pintura.

El proceso de limpieza ha sido clave para apreciar las magistrales pinceladas de Goya, cubiertas por un velo oscuro y amarillento que impedía captar la profundidad y el aire del espacio que envuelve a la figura. Ahora, con la transparencia del nuevo barniz, se pueden distinguir los tonos verdes de las espigas del tocado, la calidad precisa de la gasa del vestido y sus adornos bordados o los sutiles matices de los grises y blancos. Describen a la perfección el carácter de la joven condesa las nacaradas carnaciones y el rubor de sus mejillas o el cabello fino y rizado que parece moverse ante sus ojos de mirada embelesada y limpia.

La condesa de Chinchón. Goya

El retrato de la condesa de Chinchón está documentado por la correspondencia de María Luisa y Godoy entre el 22 de abril y principios de mayo de 1800, cuando la reina ultimaba los preparativos para que Goya pintara en Aranjuez el cuadro de  La familia  de  Carlos  IV.  Por  las  cartas  se  sabe que  María  Teresa  estaba  encinta nuevamente,   habiéndose   frustrado   dos   embarazos  anteriores.   Nació   una   niña, Carlota Joaquina, el 2 de octubre de ese año, que fue apadrinada por los reyes.

La condesa de Chinchón de Goya

Fotografía: Museo del Prado

El tocado de la joven, con sus espigas de trigo, seguía la moda de los adornos femeninos de esos años que incluían flores y frutos, pero tiene aquí el significado añadido como emblema de fecundidad, al ser el símbolo de la diosa Ceres, cuyas fiestas se celebraban en la antigua Roma precisamente en el mes de abril en que se pintaba el cuadro.

Representada de acuerdo con el alto rango que ahora tenía, de cuerpo entero, sentada en un dorado sillón que parece el trono de sus antepasados, como nieta que era de Felipe V, y a la espera del heredero que sería a un tiempo hijo del Príncipe de la Paz y descendiente de la casa de Borbón, Goya supo captar toda la ingenuidad y candor que describía Godoy en sus cartas. En la mano izquierda luce una sortija, cuya pincelada central, precisa y muy bien definida, resalta el brillo del diamante, y en la derecha otra, sobre el dedo corazón, adornada con la miniatura de un retrato masculino muy abocetado que luce la banda azul de la orden de Carlos III.

La condesa de Chinchón de Goya

Fotografía: Museo del Prado

La penumbra que la rodea está muy lejos de la luz de los retratos de otras damas de la aristocracia y recuerda, con ese recurso velazqueño de las densas sombras y la figura iluminada, algunas estampas contemporáneas de los Caprichos.

La figura está sometida a una rigurosa geometría y los pliegues de su vestido de gasa crean un conjunto de planos cruzados de gran riqueza, que sugieren el volumen y aumentan su luminosidad. Las flotantes espigas y los lazos azules parecen moverse, delatando el más leve movimiento de su cabeza, y la cinta blanca de tieso organdí, que sujeta la cofia bajo la barbilla, proyecta bajo su rostro un lazo rígido que, con sus tres pinceladas blancas, cargadas de materia, resaltan el colorido sonrosado de la joven, la finura de su rostro, así como su dulzura y la expresividad nerviosa y reprimida de su personalidad. Aunque destaca la fluidez de la técnica, la levedad de las pinceladas, la poca materia empleada para pintarlo, que deja al descubierto la preparación rosada, cálida, en muchas zonas, existe, sin embargo, una elaboración de la figura en todos sus detalles, que Goya concluyó con una precisión técnica rigurosa y una materia densa, tal vez utilizada para disimular que había empleado para tan importante mecenas un lienzo usado en el que había ya dos retratos, bastante concluidos, de un caballero desconocido y del propio Godoy.

La condesa de Chinchón

María Teresa de Borbón y Vallabriga, nacida el 26 de noviembre de 1780 en Velada, era hija del infante don Luis de Borbón, hermano de Carlos III, y de María Teresa de Vallabriga,  dama  de  la  baja nobleza  aragonesa.  Apartada  de  la  corte  desde  su nacimiento junto con sus hermanos, y sin poder usar el  apellido de Borbón por la Pragmática Sanción de Carlos III, a la muerte de su padre en 1785 fue enviada con su hermana al convento de San Clemente de Toledo, de donde salió para casarse con Godoy el 2 de octubre de 1797.

El matrimonio fue decidido por decreto de Carlos IV. La joven María Teresa, entonces de dieciséis años, tras ser consultada, accedió a la boda, por la que se restablecía la armonía familiar de la casa de Borbón y se rehabilitaba a los tres hermanos y a su madre, devolviéndoles el apellido real y los títulos. Por otro lado, los reyes honraban así a Godoy, su hombre de confianza, enlazándole con la realeza.

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