Versión clásica

El tratado de Tudilén en la partición leonesa de la península ibérica

Este es un pacto de paz verdadera, acuerdo firme y concordia perpetua (…), en honor de Dios y de toda la Cristiandad, hecho y corroborado por el ilustre Alfonso, Emperador de Hispania, su hijo el rey Sancho, y el venerable Ramón, Conde de Barcelona.

El castillo de Tudején o Tulidén

Restos del castillo de Tudején en los alrededores de Fitero. Fotografía: Turismo de Fitero

El día 27 de enero de 1151, se firmaba el Tratado de Tudilén, Tudillén o Tudején (hasta 32 variantes existen, al parecer, para designar el topónimo de una población hoy desaparecida) entre nuestro Alfonso VII, ya Emperador, y Ramón Berenguer IV, su cuñado, aunque hemos de hacer notar que su hermana Doña Berenguela, la primera esposa de Alfonso, había fallecido dos años antes de la fecha citada.

El lugar concreto de los hechos suele identificarse hoy con el municipio de Fitero (de la Comunidad Foral de Navarra), denominado antaño “el hito de los 3 reinos”, en cuya zona se encontraba un castillo musulmán, llamando de Tudején, que el rey Sancho IV de Pamplona había cambiado por el de Caparroso, al importante rey de la taifa de Saraqusta (Zaragoza), entre 1046 y 1081, Abú Yaáfar al-Muqtádir, de la dinastía de losBanu-Hud, el que ordenara construir el bello palacio de la Aljafería y que consiguió reunir bajo su mando la mayoría de los territorios de sus antepasados, que su padre Sulayman Ibn Hud al Musta’in había dividido entre sus hijos.

Alfonso VII el Emperador

Alfonso VII el Emperador. Cuadro de la Colección de Reyes de León. Palacio Conde Luna. Fotografía: Martínezld

Hay que señalar, de entrada, que este no era un lugar desconocido para nuestro Alfonso puesto que, en 1140, había llamado a Raimundo (posteriormente San Raimundo de Fitero), para fundar aquí un monasterio cisterciense con monjes procedentes de Francia. De hecho, alrededor del mismo, como aconteciera en muchas ocasiones, se fue asentando una población civil y bien pudiera ser este mismo monasterio el lugar en el que se llevó a cabo la firma de este trascendental tratado.

Recordemos, a los efectos de una mejor comprensión de los hechos y del porqué de la negociación con Ramón Berenguer, que era, en efecto, conde de Barcelona, pero también príncipe de Aragón por su matrimonio con Petronila, la hija de Ramiro II el Monje que había abandonado la vida monacal, a la muerte de su hermano Alfonso I (7 de septiembre de 1134), únicamente en el deseo de proporcionar un heredero al trono aragonés. El descontento en Aragón había sido enorme ya que el Batallador había tenido la ocurrencia de hacer testamento, en 1131, “en favor de Dios” y más concretamente legaba el reino aragonés a las órdenes militares de los Templarios, los Hospitalarios y la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, algo que había, incluso, refrendado en Sariñena en 1134.

A señalar también que se habían hecho intentos previos para que la citada Petronila, a pesar de ser una niña de apenas un año, matrimoniara con el Emperador Alfonso o con su hijo mayor Sancho, en el deseo de unir los reinos de León y Aragón, algo que, por desgracia, no se consolidó. Las heridas del matrimonio de Urraca I de León con el Batallador de Aragón, tanto a nivel personal como institucional, estaban muy recientes aún…

 

¿Y cuál era el interés de este tratado?

Fundamentalmente fijar los límites de influencia de cada uno de los dos reinos citados y las futuras conquistas de ambos en el sur musulmán. Eso es algo que, en función de las relaciones de unos reinos con los otros y, especialmente, de las veleidades de los primeros o la fortaleza de los segundos, se mantendría o variaría en el tiempo; por ello tuvieron que firmarse algunos más, de los que solo citaremos, por su cercanía en el tiempo, el de Lérida (mayo de 1157, entre Alfonso VII de León y Ramón Berenguer IV, que intentaba, de nuevo, la aproximación de ambos reinos por medio del matrimonio de Sancha de León y Alfonso, primogénito de Ramón Berenguer), Cazola (20 de marzo de 1179, entre Alfonso I de Castilla y Alfonso II de Aragón), Calatayud (20 de mayo de 1198, en el cual los actores principales serían el citado Alfonso I y Pedro II de Aragón, coaligados contra el rey de Navarra Sancho VII, el conde de Urgel, Ermengol VIII, y los musulmanes),Almizra (26 de marzo de 1244, entre Jaime I de Aragón y el futuro Alfonso X el Sabio), etc.

Ramón Berenguer IV de Barcelona

Estatua de Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona en el Paseo de las estatuas en el parque del Retiro de la Villa de Madrid. Fotografía: Martínezld

Lo que distinguía a este de Tudilén sobre los demás es que la primacía se encontraba en poder del Reino de León, lo que ya no ocurriría a partir de 1157, fecha en la que fallecía el Emperador y momento en el que se produce la partición de su reino en dos entidades: León y Castilla. De ese modo, los problemas de frontera posteriores ya no atañen, directamente, al Reino de León, al menos hasta 1230, con la muerte de nuestro Alfonso el Legislador y la llegada al trono de su hijo Fernando III de León y de Castilla.

Otra diferencia significativa estriba en que los dos actores de la firma estudiaron la manera de repartirse el Reino de Navarra que, aunque padre del de Aragón, se había quedado sin posibilidad alguna de extenderse hacia el Sur, por carecer de frontera con los reinos de taifas. Fallecido su rey García Ramírez (21 de noviembre de 1150), parecía llegado el momento de un reparto entre los otros dos reinos pues el sucesor, Sancho VI, apenas había alcanzado los diecisiete años.

De hecho, esta política de anexión se había también contemplado en un pacto previo de ayuda mutua, firmado en Carrión, en 1140, a cambio del vasallaje de Ramón Berenguer que se constató en la coronación imperial de Alfonso, llevada a cabo en la Catedral románica de la urbe regia, León (y, a partir de ese momento, capital imperial), el 26 de mayo de 1135. Este tratado vino a suponer asimismo la retirada de las tropas leonesas de la zona del Ebro y a un amago de ataque contra el Reino de Pamplona que no tendría consecuencia alguna.

Signo de Alfonso VII el Emperador (1145)

Signo de Alfonso VII el Emperador (1145). Ministerio de Cultura

En las cláusulas de este Tratado de Tudilénse contempló, como no podía ser de otro modo, al tratarse de un tratado de amistad, la devolución de las tierras que los leoneses habían ocupado en la zona de influencia aragonesa, tras el fallecimiento de Alfonso el Batallador pues el Emperador había continuado la lucha que su madre mantuviera con su padrastro. Existía una constatación palmaria de que su reino era el más poderoso del momento y estaba, por lo mismo, en situación de sacar ventaja del escenario que se generaba en Aragón, reino que entraba en un periodo de inestabilidad ente la falta de descendencia directa de Alfonso I. Este escenario supondría también una de las razones (y no la menor) que llevarían al leonés, viéndose el más fuerte, a demandar ser coronado Emperador de Hispania, algo que, por lo que conocemos, venía siendo ambicionado desde Alfonso III el Magno, y un apelativo que habían utilizado la mayoría de los reyes leoneses, en la mayoría de los diplomas por ellos firmados.

óbolo de Alfonso VII el Emperador.

Óbolo de Alfonso VII el Emperador.

Por medio de este tratado se venía, asimismo, a modificar el diseño de Fernando I de León y hasta se dejaban de lado, en cierto modo, los esfuerzos bélicos de Alfonso VI, su hijo, y los caballeros de este último, que habían invertido enormes esfuerzos, incluso en vidas, en la conquista de Valencia y que hastala tuvieron en su poder durante algunos años, en la época del Cid. Valencia, Denia (de cuyo reino se conservan importantes recuerdos en la Basílica del Santo Isidoro de León) y Murcia (excepto los valiosos castillos de Lorca y Vera) pasaban a situarse en la línea de influencia del Reino de Aragón de cara a futuras conquistas.

escudos del Reino de León y Condado de Barcelona

En este juego de alianzas de unos reinos con otros o de unos contra otros, recordamos que el leonés se comprometía a deshacer el compromiso de su primogénito Sancho el Deseado con la hija del rey de Pamplona; sin embargo, la importancia que iba cobrando el Reino de Aragón y la independencia ya casi efectiva de Portugal, todo ello hizo que, poco tiempo después, contraviniendo el tratado, se llevara a cabo la boda entre Sancho y Blanca de Navarra.

Complicados momentos se vivían en la Península y se estaba, al propio tiempo, fraguando la importancia del Reino de Aragón de la mano de un poderoso conde catalán Ramón Berenguer IV, el “princeps” de Aragón y los descendientes de su matrimonio con Petronila: Alfonso II de Aragón, también conde de Barcelona que, en cierto modo, inaugura un linaje, tras la renuncia efectiva de su madre a sus derechos sobre el Reino de Aragón, como descendiente efectiva de su padre Ramiro II.

Recogemos, ahora, por su interés, alguno de los textos que se contienen en este tratado. Así se dice en el mismo:

“Este es un pacto de paz verdadera, acuerdo firme y concordia perpetua (…), en honor de Dios y de toda la Cristiandad, hecho y corroborado por el ilustre Alfonso, Emperador de Hispania, su hijo el rey Sancho, y el venerable Ramón, Conde de Barcelona”.

Ya sabemos lo que duraban estos propósitos y hasta dónde alcanzaba aquello de la “concordia perpetua”… Pero lo que sí hay de cierto es que, a partir de ese momento, Aragón despega y se convierte en uno de los grandes actores de este teatro de la Edad Media peninsular, y aun más allá de las fronteras de la misma.

  • Textos: Hermenegildo López González
  • Fotografía: Martínezld

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