Versión clásica

Elvira, señora de Toro

En el testamento paterno se le adjudicaba a Elvira la ciudad de Toro, además de compartir con su hermana mayor, Urraca, la responsabilidad de los monasterios del reino

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Escultura que representan las tres infantas de León: Sancha, Urraca y Elvira a los pies de la Torre de San Isidoro de León. Fotografía: Martínezld

Entre el 11 y el 15 de noviembre de 1099 se preparaba para abandonar este mundo una de las hijas de los reyes de León, Sancha I y Fernando I, la infanta Elvira; uno de los personajes más enigmáticos y más silenciosos (o quizá silenciados) del Reino de León.

Como hacemos habitualmente, traeremos a la memoria, en primer lugar, sus antecedentes familiares.

Elvira, como queda dicho, fue la segunda (para otros la tercera, siguiendo a Sancho) de los hijos de Sancha y Fernando de León. Nació el año 1038, es decir, 5 años después que su hermana mayor Urraca. ¿Habrá que imaginar, por lo mismo, algún tipo de problema de parte de su madre Sancha que la llevó a no engendrar hijo alguno durante ese tiempo? Ya se sabe cuál era el primero y principal cometido de una mujer, en la época… Sin embargo, el mismo año de su nacimiento, vendría al mundo, el mayor de sus hijos varones, Sancho; dos años más tarde Alfonso y dos años después de Alfonso daría a luz al desventurado García que fue, no solo víctima del testamento de su padre, sino de las apetencias de sus hermanos mayores Sancho y Alfonso, en su deseo de reunificación de la herencia de sus padres.

Era nieta, entonces, por parte paterna de Sancho III el Mayor, rey de Pamplona y de su esposa Muniandonna, hermana del joven García, último conde de Castilla de la dinastía de Fernán González, asesinado ante la iglesia palatina del Reino de León, entonces consagrada a losSan Juan y San Pelayo (Pelayín). Sus abuelos paternos fueron el rey Alfonso V de León, el autor del Fuero de 1018 y 1020, y de la reina Elvira Menéndez.

Según se nos ha trasladado en los documentos referidos a esta época, los reyes habían educado a sus hijos e hijas igualmente en las “artes liberales”-el trivium y el quadrivium. Los herederos de unos reyes que se preciaban (y lo eran) de ser los más importantes de la Península Ibérica en aquellos tiempos, no podían sino formarse para el futuro. Con el tiempo, los varones aprenderían el oficio de la guerra, y lo que este llevaba aparejado, y las hijas emprenderían otros caminos puesto que su destino, a priori, sería el de servir para soldar acuerdos de amistad con otras casas reales o dedicarse a la vida retirada de un claustro; eso sí, con vocación de abadesa del mismo.

Sin embargo la providencia tenía reservadas otras sorpresas para esta familia, tan, a priori, unida, al menos hasta el año de 1063 fecha en la que, el rey, sintiéndose próximo a la muerte (lo que ocurriría en la Navidad de 1065, ya ante las reliquias del Santo Isidoro), convocó una Curia Regia y dictó sus últimas voluntades.

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Escultura que representan a las infantas de León. Fotografía: Martínezld

Como ya aconteciera a la muerte de Alfonso III el Magno (nótese que a Fernando también le han denominado “el Magno”, especialmente en la zona leonesa de Portugal), el rey decide dividir el reino entre sus hijos, como tantas veces hemos aquí recordado. Queda, entonces, por clarificar el porqué de la afirmación, tantas veces reiterada, de que se apoyó en “el derecho navarro”, algo que nos parece un análisis bastante simple puesto que el reino de Pamplona ni siquiera había tenido ocasión de dividir reino alguno entre los descendientes de un soberano… Los límites y la importancia de dicho reino eran, por cierto, demasiado escasos, si los comparamos con el Reino de León.

En el testamento paterno se le adjudicaba a Elvira la ciudad de Toro, además de compartir con su hermana mayor, Urraca, la responsabilidad de los monasterios del reino (el infantado leonés) en caso de que permanecieran solteras.

Cabe, a este respecto, comentar, siquiera brevemente, una opinión, poco difundida y hasta poco creíble que encontramos, curiosamente, en don Lucas de Tuy (algo que habría ocurrido en torno al año 1091), un posible matrimonio con el conde García de Cabrera. Una leyenda más de las que se atribuyen, más bien, a Alfonso VI, el cual habría ofendido gravemente a este conde y, en compensación le habría otorgado a su hermana en matrimonio. No veo yo a Elvira dejándose utilizar como moneda de cambio…

Otros autores aventuran, sin embargo, que se habría casado con el conde García Ordóñez o con Sancho Fernández de quien habría hasta tenido un hijo… Imposible de todo punto, puesto que, incluso en su testamento, figura como señora del infantado y no aparece citado ni esposo ni hijo alguno en el mismo.

Durante el reinado de sus padres, encontramos el nombre de la infanta Elvira, como el de sus otros hermanos, en multitud de diplomas de la cancillería leonesa, fundamentalmente en donaciones hechas por la familia real a monasterios tales como San Andrés de Espinareda, Celanova, San Pedro de Cardeña, Arlanza, Oña, Eslonza, etc., y hasta en una donación referida a la catedral de Santiago de Compostela.

Consolidada la herencia paterna, incluso el nombre de Elvira (Gelvira o Geloria) aparece varias veces en diplomas firmados por sus hermanos Sancho y Alfonso, algo que, prácticamente, ya no ocurre, sin embargo, a partir del momento en el que se desatan las luchas por el poder entre ambos.

castillo de Toro

Alcázar de Toro. Es probable que Elvira no tuviera capacidad para defenderse de su hermano y prefirió evitar el baño de sangre que se hubiera producido intentando resistir. Fotografía: Martínezl

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Según se ha dicho siempre, Elvira no habría puesto impedimento alguno a que su hermano Sancho ocupara la ciudad y señorío de Toro que le había sido legado en el testamento paterno. Quizá ni las circunstancias ni los hechos mismos se hayan producido de ese modo; mas dejemos que la historia nos proporcione nuevas pruebas para afirmar o desmentir este aserto. Puede que ni siquiera tuviera capacidad para defenderse de su hermano y prefiriera evitar el baño de sangre que se hubiera producido intentando resistir; solo Zamora y su disposición defensiva ofrecían alguna posibilidad y hacia allí habría desplazado a los hombres que se encargaban de su protección y defensa.

álcazar de Toro

Álcazar de Toro. Fotografía: Martínezld

álcazar de Toro

Alcázar de Toro. Toro, civitas taurensis superior est in regno legionis. Fotografía: Martínezld

Cierto es que, tanto en esa circunstancia, como a lo largo de sus vidas, las crónicas aluden mucho más a su hermana Urraca interviniendo en los asuntos del reino, por ejemplo, en el destierro de Alfonso a Toledo y su vuelta tras la muerte de Sancho en el cerco de Zamora; por el contrario, Elvira parece haber permanecido en un segundo y más discreto plano. Sin embargo, no podemos afirmar tampoco que se apartara totalmente de la política puesto que, hasta la llegada de la reina Constanza (segunda esposa de su hermano, 1080), se puede rastrear la presencia de Elvira en la corte, por ejemplo, durante el entierro de su hermano pequeño García, el traslado de la sede obispal desde Oca a Burgos o, algo de la mayor relevancia, la educación de su sobrina-nieta Sancha, hija de Urraca I y Raimundo de Borgoña, que le había sido encomendada personalmente por Alfonso VI.

En estas labores y ocupándose de los monasterios del Reino que le habían sido atribuidos, la infanta Elvira llega hasta principios del año 1100, aunque consta que otorgó testamento en su villa de Távara, como señalamos más arriba, entre el 11 y el 15 de noviembre de 1099. Como curiosidad histórica, podemos señalar que, en una copia muy temprana, dicho testamento se conserva.

En el mismo, confirmado por su hermana Urraca y por los obispos de León, Oviedo y Tuy, dispone, en lugar de devolverlo a la corona, algo que hará más tarde la infanta-reina Sancha, que su hermana Urraca, que la sobrevivirá un año, reciba la mayor parte de las propiedades y rentas que le pertenecían. En la relación de las mismas (demasiado larga y prolija para ser recogida en este breve) se puede constatar la importancia del infantado leonés. Aparecen nombres que nos son muy conocidos como León, Oviedo, Valdevimbre, Carracedo, Castrotierra de la Valduerna, Cea, Villamanín, etc. etc.

En el testamento tampoco se olvidó de la infanta cuya custodia y educación le habían sido encomendadas, su sobrina-nieta Sancha, ya citada, y a quien legó Tábara, Wamba y otros lugares menores.

responso por lo reyes de león

Elvira se encuentra enterrada en el Panteón Real de León, ubicado en la Basílica de San Isidoro. Fotografía: Martínezld

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Después de su fallecimiento, el cadáver de la infanta Elvira fue sepultado en el Panteón de los Reyes de San Isidoro donde ya habían sido enterrados sus padres y otros antepasados suyos.

En la tapa de su sepulcro se esculpió un epitafio latino que traducimos:

Aquí descansa doña Elvira, hija del rey Fernando el Magno, vaso de fe, honra de España, templo de piedad, virtud de justicia, luz y honra de la patria. Murió Elvira a quince de noviembre, tu muerte fue penoso destierro para muchos; perdieron los pobres su esperanza. Arrebatándola la muerte; era 1139 (año 1100).

En el Panteón de Reyes de San Isidoro, puede contemplarse una reproducción del citado epitafio puesto que el original, como tantas otras cosas de valor, fue destruido durante la presencia de los bárbaros del Norte, en la Basílica-colegiata; en este caso, no los visigodos, los franceses que ocuparon los lugares durante la Guerra de la Independencia (1808-1812).

  • Textos: Hermenegildo López
  • Fotografías: Martínezld

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