Versión clásica

La Concordia de Benavente o el Tratado de las Tercerías

Pocos días después del acuerdo, Fernando sería coronado rey de León, con lo que ceñiría la corona de ambos reinos sin que ello supusiera ni la merma ni mucho menos la desaparición de uno de ellos.

El 11 de diciembre de 1230 es la fecha en se consuma, por decirlo de alguna manera, la primera de las grandes ventas y agravios que ha sufrido el Reino de León a lo largo de su historia, tanto pasada como reciente.

alfonso IX tumbo A de la Catedral de Santiago

Alfonso IX Facsímil del tumbo A de la Catedral de Santiago de Compostela
Fotografía: Martínezld

¿Qué significó ese pacto y por qué nos hemos expresado tan duramente al respecto? En esa fecha se acepta, por parte de la reina Teresa, primera esposa de Alfonso IX, la venta de los derechos de sus hijas Sancha y Dulce a heredar a su padre en el Reino de León… y las consecuencias subsiguientes.

Entremos en los pormenores de los hechos, haciendo una aproximación a los años anteriores a los mismos.

Como se recuerda, y como hemos aludido, Alfonso “el Legislador” había estado casado con la infanta Teresa de Portugal, hoy ya Santa Teresa de León, gracias a las gestiones de la Imperial Cofradía del Pendón de San Isidoro y cuya fiesta celebramos, especialmente en la Iglesia palatina leonesa, el día 17 de junio. Bueno sería que los leoneses, no solo conociéramos estos detalles de nuestra historia, sino que los viviéramos en primera persona.

Su matrimonio fue, sin embargo, anulado por Celestino III, después de tres años y tres hijos. Esta clara inquina papal fue algo muy repetido y especialmente dañino en estos años tan turbulentos para el Reino de León. ¿A qué achacarla? Nos atrevemos a esbozar dos razones: legado papal en la Península, el que sería más tarde Celestino III, había condenado, en 1174 los pactos que Fernando II había firmado con el caudillo almohade Abú Yusuf Yaqub. La división de los reinos y, sobre todo, este tipo de treguas, tan comunes, por otro lado, a lo largo de la Edad Media, entre los diferentes reinos, no fueron del agrado del legado y orgulloso Jacinto Orsini.

alfonso IX

Estatua de Alfonso IX en la Ciudad de León. Fotografía: Martínezld

En esta nuestra particular interpretación, no podemos tampoco soslayar que los aires de apertura que venían representando las Cortes leonesas no eran del todo agradables para quienes pensaban perder poder, en estos tiempos de grandes señores y grandes papas que amenazaban con excomuniones, anatemas e interdictos a cualquiera que viniera a perturbar su “pax romana”. Y, de otro lado, Alfonso IX llegó también a firmar un pacto de cinco años con sus enemigos los almohades. ¡Qué ocasión para que Celestino III ejerciera sobre él su poder excomulgatorio!

Como decimos, este primer matrimonio fue declarado nulo y así, Alfonso, por cuestiones políticas se casará, en segundas nupcias, con Berenguela, hija del rey de Castilla, Alfonso I (¡al que llaman VIII!) y, por lo tanto, también pariente suya en tercer grado, matrimonio que sí bendice el incoherente (¿solo?) papa Celestino. En 1204, sin embargo, Inocencio III, “desfacerá el entuerto” con una anulación que hubiera debido producirse antes… o ni siquiera haber permitido el matrimonio.

Pues bien, como consecuencia de todo esto, durante los últimos años de Alfonso IX, fallecido el heredero varón Fernando, habido de su primer matrimonio, en agosto de 1214, se planteó un enorme “problema sucesorio”. Así se cuenta en la historia, aunque, si los castellanos no hubieran intervenido en las cuestiones leonesas, tal “problema”, ni siquiera habría existido.

fernando III el santo

El Zamorano Fernando III, Rey de León y de Castilla Fotografía: Martínezld

Pero vayamos a los hechos. El infante leonés, también Fernando, hijo de Alfonso y Berenguela (nacido en el término de Peleas de Arriba, Zamora), había llegado ya al trono de Castilla (tenía 18 años en aquel momento), aunque en muy extrañas circunstancias (“accidente” del heredero Enrique y cesión de los derechos sucesorios de parte de su hermana Berenguela, ya divorciada del rey leonés, en su hijo), y consecuentemente, Alfonso le había descartado como heredero del trono leonés. A este respecto, los documentos leoneses de la época son absolutamente significativos: desde su ascensión al trono castellano, Fernando no es citado ni una sola vez en los mismos.

Se prefiere, incluso, a su hermano Alfonso, el que será más tarde Señor de Molina, algo perfectamente posible en herencias anteriores de separación de reinos; pero él mismo se aparta de la carrera hacia el trono, como consta, “por hacer lo que su madre le mandó”. Una razón de peso, sin duda; sobre todo cuando del otro lado se encuentra una persona, Berenguela, a la que se ha calificado de entrometida y enredadora.

A pesar de los muchos hijos (17) que había tenido Alfonso IX (con sus dos mujeres legítimas y, al menos, 4 relaciones amorosas fuera de sus matrimonios), los postulantes al trono quedaban, entonces, reducidos a 3: las infantas Sancha (1191-1242) y Dulce (1194-1248), hijas de Teresa, y Fernando (1200-1252), hijo de Berenguela.

Reiteradamente el rey se pronunció a favor de que la corona recayera en sus hijas Sancha y Dulce, y no en el ya rey de Castilla. Sin embargo, esta decisión entrañaba algunos problemas que resumimos:

castrotorafe

Castillo de Castrotorafe. Fotografía: Martínezld

1: El Reino se dividió entre partidarios y detractores de las unas y del otro lo que trajo una serie de consecuencias esperables: un debilitamiento del mismo y la posibilidad de medro por parte de los grandes señores que aspiraban a seguir aumentando sus propiedades, rentas y privilegios. Además, la amenaza de conquista que suponían las tropas castellanas de Fernando que encontraron el paso expedito hasta la misma urbe regia y capital imperial, León, a pesar de un primer intento de oposición, especialmente de parte de Diego Froilaz, que se instaló con sus partidarios en San Isidoro. Hay que seguir insistiendo, a este respecto, que, del otro lado, además del apoyo de los obispos de Oviedo, Astorga, León, Lugo, Salamanca y Ciudad Rodrigo, Fernando contaba con la traición del Maestre de la leonesa Orden de Santiago, que se había comprometido a defender los derechos al trono de las hijas de Alfonso. A cambio de este servicio, el rey había cedido a la orden el lugar zamorano de Castrotorafe, hoy apenas un montón de ruinas entre las que sobresale el castillo destruido por las tropas napoleónicas. Recordemos que, a pesar de haber sido declarado Monumento nacional, nada menos que el día 3 de junio de 1931, sigue en el mismo estado de abandono que la mayor parte de estas tierras que fueron grandes y ahora son el más claro ejemplo del desprecio de quienes deberían ocuparse de su buen gobierno.

2: Dado que el matrimonio de Alfonso y Teresa había sido declarado nulo, los partidarios de Fernando argumentaban que las infantas no tenían derecho alguno a heredar el Reino. También en este punto se olvida o se omite voluntariamente que los hijos de este matrimonio, sin embargo, habían sido declarados legítimos y, por lo mismo, con sus derechos intactos para heredar a su padre.

Sancha y Dulce I Reinas de León

Las infantas fueron “reinas de jure” durante tres meses. Se retiraron al monasterio cisterciense de Santa María en Villabuena del Bierzo .Fotografía: Museo Etnográfico de la Montaña de Riaño

3: No aparecía documento alguno que probara la voluntad expresa del finado, algo que fue esgrimido como arma legal por los partidarios de Fernando. Aunque esto bien podría haberse soslayado puesto que Alfonso se había manifestado, de manera inequívoca sobre sus deseos, y es lógico pensar que, si la parte contraria a las infantas se aviene a pactar y pagar generosamente unos derechos, es porque se los reconocían. Y, en cuanto a la no existencia de documentos, algunos historiadores afirman convencidamente que, a partir del momento de la llegada al trono de Fernando, su madre se encargó de llevar a cabo, por sí o por personas interpuestas, una purga sistemática de los mismos. Una especie de “damnatio memoriae” romana rediviva.

Sin embargo, incluso en este sentido, y como se suele decir, un crimen siempre deja huellas y nos remitiremos simplemente a dos. En un pacto firmado entre Alfonso IX y Alfonso II de Portugal, pacto suscrito en Boronal sobre una serie de privilegios entre ambos, en 1220, se establece que, si Alfonso IX falleciera antes que el rey portugués, este se comprometía a mantener dicho acuerdo con las infantas Sancha y Dulce.

De hecho, los portugueses cobrarán una importancia grande, a partir de este hecho, hasta ser nombrado mayordomo real el infante Pedro de Portugal, tío de las propias infantas. Argumento semejante podríamos encontrar, si consideramos que, en el Fuero de Cáceres, de 1229, se hace constar que los ciudadanos de la villa “Hicieron pacto a mí y a mis hijas doña Sancha y doña Dulce, bajo juramento…”

4: Se argumenta también que el rey no había determinado claramente (al menos no se presentaba documento alguno) la forma en la que se vertebraría esta cesión a dos personas. Quizá se hubiese resuelto fácilmente, si Alfonso hubiera cedido sus derechos en la primogénita, Sancha, como había ocurrido ya a la muerte de Alfonso VI que lo hiciera en su hija mayor Urraca. ¿Y si lo hubiera hecho y careciéramos del documento por razones espurias?

5: No podemos no incluir, en esta apretada lista, los deseos también de los grandes de la iglesia. Ya hemos hablado de los papas, absolutamente opuestos a León, partidarios de la unidad peninsular en la lucha contra los enemigos de la Fe, y sin menospreciar tampoco a los obispos y abades que habían perdido gran parte de la importancia de la que gozaban, gracias a limitaciones de los documentos emanados de las Cortes alfonsinas y de la cantidad enorme de Cartas Puebla y fueros concedidos por Alfonso en sus conquistas, especialmente en Extremadura.

santa teresa de portugal

Santa Teresa de Portugal

Analizadas todas estas circunstancias, y teniendo en cuenta, además, que Teresa de León perseguía otros objetivos en la vida (se había retirado a la vida religiosa en el Monasterio de Lorvão, e incluso había tenido algunos problemas con su familia real portuguesa que no parecía estar dispuesta a repetir), las maniobras de Berenguela y el ejército de Fernando impondrán una solución definitiva: la reunión de ambas exesposas de Alfonso y la firma de esto que denominamos la Concordia de Benavente, aunque la primera de las citas tuvo lugar en Valencia de Don Juan.

En el pacto firmado en Benavente, como decimos, el día 11 de diciembre de 1230 se recoge (digamos, se compra) la renuncia a los derechos de las infantas al trono de León y, como recompensa por su gesto, recibirían una docena de señoríos que debían proporcionarles una renta de 15.000 maravedíes anuales. Quedaba constancia, asimismo, de que, si se retiraban a un monasterio (algo que realmente ocurrió, en el de Villabuena, en el Bierzo) se rebajaría la cantidad a 10.000. Haciendo constar, además, que la que se casara los perdería en su totalidad.

Iglesia de Santa María del Azogue (Benavente).

Iglesia de Santa María del Azogue (Benavente).
Fotografía: Martínezld

Pocos días después del acuerdo, Fernando sería coronado rey de León, con lo que ceñiría la corona de ambos reinos sin que ello supusiera ni la merma ni mucho menos la desaparición de uno de ellos. Lo de que el Reino de León se subsume en la corona de Castilla, no deja de ser una estupidez más de algunos aprendices de brujos que, ni siquiera alcanzarían la categoría de aprendices de historiadores. Motivos hay sobrados para demostrarlo, si bien no es ni el momento de hacerlo, entre otras razones por la falta de espacio.

Terminemos hoy con el recuerdo a Lucas de Tuy que, contrariamente a la versión oficial de los hechos, nos recuerda que no todos los leoneses aceptaron, de buena gana y sin oposición, este acuerdo entre los miembros de la familia real. “Hubo una gran turbación en el Reino de León, porque muchos caballeros gallegos y asturianos quemaron muchas poblaciones y las dejaron sin las murallas que el rey Alfonso les había hecho, y se esforzaban también para resistir al rey Fernando”.

La política antileonesa de siglos (ver Fernán González, claro ejemplo), ejercida por parte de los nobles castellanos, no podía no recibir una necesaria y lógica contestación. Lo contrario hubiera sido, no solo traicionar a su tierra, sino pisotear la figura y la obra del rey que había dado voz a los sin voz y, por lo mismo, había creado y desarrollado, en la sociedad medieval, una nueva forma de gobierno que evolucionaría a la menos mala… excluyendo todas las demás: la democracia parlamentaria.

  • Textos: Hermenegildo López
  • Fotografías: Martínezld

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