Versión clásica

La conquista de Sevilla

Después de la conquista se produjeron una serie de hechos que nos recuerdan las leyes y costumbres leonesas que, sin duda, el rey Fernando había conocido durante su primera juventud al lado de su padre

Fernando III de León y Castilla

Retrato de Fernando III, Rey de León y de Castilla. Colección de retratos de los Reyes de León en el Ayuntamiento de León. Fotografía: Martínezld

Tras varios meses de cerco, el 23 de noviembre de 1248, los ejércitos leonés y castellano consiguen conquistar la perla del Guadalquivir, la ciudad de Sevilla, la Isbiliya musulmana de tanta relación con el Reino de León (pago de impuestos –parias- a Fernando I, traída de los restos de San Isidoro, matrimonio de la antigua nuera de al Mu’támid, la conocida como “mora Zaida” con nuestro rey Alfonso VI y que le diera un hijo, Sancho, etc).

Era, por cierto, uno de los objetivos de Alfonso IX (VIII para algunos) tras la fulgurante conquista de la Extremadura leonesa que aún guarda tantos recuerdos de su pasada relación con el Reino. Sin embargo, los deseos del gran Alfonso quedaron truncados aquel 24 de septiembre de 1230, cuando, camino de Santiago de Compostela, falleció en la localidad de Sarria (Lugo) a poco más de 100 kilómetros de su objetivo, la tumba del apóstol donde los reyes de León solían ir a dar gracias a su santo protector por las victorias conseguidas y a pedir la ayuda para nuevas empresas.

Cierto es que, como decimos, el 23 de noviembre se produjo la entrega de las llaves de la ciudad, pero la entrega de la misma y la efectiva entrada del rey Fernando no llegaría hasta el 13 de enero.

¿Y qué podemos contar aquí, entonces, sin extendernos demasiado, sobre este hecho singular que venía a cerrar la reconquista de la parte oeste de la Península, zona en la que un héroe leonés, Guzmán el Bueno, será quizá la persona más importante e influyente a la hora de consolidad dichos territorios?

monumento a Fernándo III

Monumento a Fernando III en la localidad zamorana de Peleas de Arriba. Fotografía: www.talesofawanderer.com/

Como sabemos, en el año 1230, fecha a la que hemos hecho alusión más arriba, se producía la muerte del último rey privativo del Reino de León. Las intrigas de su segunda esposa, Berenguela, conseguirían (eso será motivo de otro artículo, sin duda) que el testamento de Alfonso no fuera respetado y la corona de León pasara a poder de su hijo Fernando, infante leonés, puesto que había nacido en Peleas de Arriba, actual provincia de Zamora, pero que ya era rey de Castilla, también por voluntad de su madre, algo que no era, naturalmente, del agrado de su padre Alfonso.

cruz de santiago

Se encomendó a la Orden de Santiago, la vigilancia exterior, a los efectos de castigo y destrucción de todas las haciendas colaboracionistas en la ribera del Guadalquivir. Escudo de la orden de Santiago en San Marcos de León. Fotografía: Martínezld

Unidos en una empresa común (pero quede claro, desde ahora, que estamos ante dos reinos diferentes, algo que ya había ocurrido en anteriores batallas contra los musulmanes) ambos ejércitos serán capaces de afrontar una conquista que se antojaba más que difícil por los kilómetros de ciudad amurallada (más de 7) y por la defensa que representaba el propio río Guadalquivir.

Los historiadores árabes, por ejemplo, al Saqudî, que murió en Sevilla en 1231, en una epístola de elogio a al-Andalus califica a dicha ciudad como la más grande y más importante del país. Y no se trata de un caso único, mas el espacio del que disponemos no nos permite entrar en otros pormenores. Lo cierto es que todas las fuentes árabes insisten sobre lo mismo, así pues, la conquista por parte de los cristianos representará para los unos y para los otros algo así como un antes y un después, semejante a lo que había ocurrido en el caso de Toledo, conquistada por Alfonso VI el 6 de mayo de 1085. Una inyección de moral o una fuerte depresión, en el caso de los musulmanes que veían cada vez más mermado su poder.

En aquel momento, en la zona controlada aún por los musulmanes, las dos ciudades más importantes eran, conviene recordarlo, Córdoba y Sevilla. La primera había caído en 1236 y 10 años más tarde se consolidaba la conquista de la zona al tomar las tropas cristianas la ciudad de Jaén. Quedaba, entonces, solamente Sevilla para consolidad un frente que hacía presuponer que la recuperación total de la tierra de los hispano-romano-visigodos estaba cada vez más cerca. No fue así, sin embargo, como bien sabemos, pues aún debían pasar más de dos siglos para lograrlo.

Pendón de San Fernando

Pendón de San Fernando El histórico pendón fue usado en el largo asedio y posterior conquista de Sevilla, conservándose desde entonces en la catedral. Sobre un paño carmesí con tres castillos de oro, se sitúa un cuartel de plata con el león púrpura mirando a siniestra y no en la forma que posteriormente será la habitual (mirando a diestra). Fotografía: Martínezld

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¿Y cómo se produjo la conquista y toma de la ciudad?

En primer lugar, y dada la dificultad de la empresa, el rey Fernando tuvo que buscarse el apoyo del rey de Aragón, Jaime I y comprometer al rey de Granada, Alhamar, muy resentido contra Sevilla porque dicha ciudad no había aceptado su gobierno y había elegido a Ibn Hud en su contra. (Más tarde será acusado de colaboracionista de los cristianos y él mismo se quejará de haber sido engañado puesto que no le entregaron lo que le habían prometido). Además, se había declarado feudo del rey de León y Castilla después de que los cristianos habían tomado la ciudad de Jaén, y, por lo tanto, se comprometió a no intervenir a favor del caíd de Sevilla Axataf.

Real Alcázar de Sevilla

Real Alcázar de Sevilla. Tras la conquista de la ciudad Fernando III no realizó ninguna actuación en el alcázar. La corte cristiana se estableció durante décadas en los antiguos espacios almohades. Fotografía: Martínezld

Real Alcázar de Sevilla

Real Alcázar de Sevilla. Fotografía: Martínezld

Real Alcázar de Sevilla

Elemento heráldico en el suelo de las estancias del Real Alcázar de Sevilla. Fotografía: Martínezld

Precisamente la llegada de este al poder, tras haber asesinado al anterior gobernador Bel Achad, que había firmado una tregua con el rey Fernando, fue la disculpa que esperaba este para atacar Sevilla. El rey entonces reunió a sus notables para trazar el plan necesario que contó también con los maestres de todas las órdenes militares; es decir, una verdadera cruzada, cuyo documento fue negociado en Roma por el Arzobispo de Toledo, el cronista Rodrigo Jiménez de Rada, el historiador a cuya pluma debemos los leoneses tanto olvido y tanta manipulación.

Real Alcázar de Sevilla

Elemento heráldico en las estancias del Real Alcázar de Sevilla. Fotografía: Martínezld

Esta bendición del papa Inocencio IV suponía, no solo la posibilidad de utilizar las “tercias de fábrica” para financiar los desplazamientos de las tropas, sino que atrajo el apoyo tanto en este sentido, como en el militar, de franceses, alemanes e italianos. No era necesario irse a pelear a los santos lugares cuando la posibilidad de salvación eterna, redimiendo sus culpas, estaba tan cerca; sin olvidar la eventualidad de hacerse rico en la conquista de esas nuevas tierras que se repartirían, junto con sus riquezas, tras la conquista de una ciudad tan importante.

Además de una incipiente flota propia mandada por el primer almirante, Ramón Bonifaz , se contrataron los servicios de los marinos genoveses puesto que el ataque desde el mar podría resultar determinante. Y así sería, en efecto, a pesar de que del lado musulmán se intentara paliar esta decisión llevando hasta Sevilla una flota desde Tanger que se reunió con la que esperaba en Ceuta. Sin embargo, Bonifaz consiguió una victoria total hundiendo la mayor parte de las naves e incluso capturando varias de ellas que vendrían a sumarse a las suyas.

El cerco por tierra también se iba estrechando y se decidió cortar todo tipo de ayudas, especialmente en forma de alimentos, que pudieran llegar a Sevilla.

Por lo que a los progresos en tierra se refiere, podemos decir que ahí también encontramos la presencia de esforzador leoneses. La Orden de Santiago, fundada en 1170 por Fernando II y comandada por su gran maestre Pelay Pérez Correa, tomó la fortaleza de San Juan de Aznalfarache lo que suponía la protección de la curva del río en la zona de la Tablada para que los barcos cristianos pudieran entrar libremente hasta la propia ciudad de Sevilla.

El verdadero asedio comenzó el 24 de agosto de 1247; en ese día los cristianos consiguieron cortar el suministro de agua y, de nuevo, posemos rastrear la presencia leonesa frente a la puerta de la Macarena que había sido encomendada a las tropas de Diego López de Haro, entre las que se encontraban muchos leoneses, en concreto, el padre y tío de Alonso Pérez de Guzmán

muralla de sevilla

Muralla de Sevilla. Fotografía: Martínezld

muralla de sevilla

Paño de la muralla de Sevilla en el Barrio de la Macarena. Fotografía: Martínezld

Naturalmente no era fácil mantener el cerco de una ciudad con más de 7 km. de murallas, lo que facilitaba que los sitiados pudieran salir a buscar provisiones y agua y se encomendó, de nuevo a la Orden de Santiago, la vigilancia exterior, a los efectos de castigo y destrucción de todas las haciendas colaboracionistas en la ribera del Guadalquivir.

Existía también un grave inconveniente en cuanto al ataque por el río y la llegada a la ciudad: era el puente de barcas amarradas con fuertes cadenas que fue, finalmente, destruido por la pericia del almirante Bonifaz que estrelló contra él dos de sus naves más fuertes. De ese modo la ciudad quedaba aislada de la zona del Aljarafe y se impedía la llegada de víveres desde ese lado.

torre del oro

La Torre del Oro formaba parte de las murallas de Sevilla que defendían la ciudad y el Real Alcázar. Tras ser conquistada, se utilizó como capilla dedicada a San Isidoro de Sevilla. Fotografía: Martínezld

A partir de ese momento clave, los sitiados quedaron sin ninguna posibilidad de ayuda, ni siquiera de parte de los nuevos señores del norte de África, los almohades, y decidieron capitular. Entonces, según se cuenta en las crónicas, se comenzaron a producir una serie de negociaciones en las que el rey se mantuvo firme y marcó sus exigencias, que pasaban por la entrega total de la ciudad, con todos los edificios intactos, e incluso del abandono de la misma de sus antiguos moradores, en el plazo de un mes, pudiendo vender sus pertenencias o transportarlas consigo, para lo que les dotó de varias naves si decidían atravesar el estrecho, camino del norte de África.

Después de la conquista se produjeron una serie de hechos que nos recuerdan las leyes y costumbres leonesas que, sin duda, el rey Fernando había conocido durante su primera juventud al lado de su padre, el rey que había dado voz a los sin voz. Así, mandó constituir una asamblea compuesta por 36 regidores, 18 nobles y otros tantos del estamento popular, también los alamines que se encargaban de velar la exactitud de las pesas y medidas, como se determinó en el Fuero de León de Alfonso V. Las enseñanzas recibidas por el entonces príncipe Fernando no habían caído en saco roto.

  • Textos: Hermenegildo López
  • Fotografías: Martínezld

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