Versión clásica

La muerte de Alfonso X el Sabio

Este Alfonso había nacido en Toledo el 23 de noviembre de 1221, curioso año que se lee igual de un lado que de otro.

Alfonso X el Sabio

Alfonso X el Sabio, Rey de Castilla y de León. Colección cuadros Reyes de León del Ayuntamiento de León. Fotografía: Martínezld

Contraviniendo lo que algunos parecen esperar de estas meditaciones, hoy vamos a referirnos a un acontecimiento que tuvo lugar el día 4 de abril de 1284.

Primera reflexión sobre esta fecha: ¿pero no dicen algunos que el Reino de León terminó en 1230 y se integró para siempre en Castilla? Bueno, más que integrarse podríamos decir, atendiendo a estos ilustrados, se desintegró… Ya sabemos que esa es la verdad oficial que algunos intentan hacernos creer y que muchos hemos combatido de diversas maneras, especialmente con monografías, escritos, conferencias, intervenciones en los medios y actuaciones de todo tipo. De hecho, y rogando disculpas por la auto cita, señalaré que, hace unos años pronuncié una conferencia, respondiendo a la Concejalía de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de León, titulada: 1230, ¿el fin de un sueño o el comienzo de un mito?

azulejos reales alcázares

Azulejos del suelo de los Reales Álcázares de Sevilla. Fotografía: Martínezld

Vayamos entonces con el acontecimiento señalado y ello nos dará la oportunidad de desgranar algunos argumentos que contradicen esa tan cacareada “verdad oficial”. En ese día de referencia, fallecía el rey don Alfonso Fernández, el Sabio, de León y de Castilla o de Castilla y de León, de Andalucía, de Murcia y del Algarve. Para precisar aún más, segundo de Castilla y décimo de León.

Este Alfonso había nacido en Toledo el 23 de noviembre de 1221, curioso año que se lee igual de un lado que de otro (palíndromo, creo que se llama este tipo de números). Algo que no ocurre muy a menudo.  Y murió en Sevilla, como decimos, el 4 de abril de 1284 y reinó entre los años 1252 y el ya citado de 1284. Fue enterrado en Santa María de Sevilla, cerca del rey Don Fernando su padre, y de la reina Doña Beatriz de Suabia su madre.

catedral de murcia

Alfonso X se encuentra enterrado en la Capilla Real de Sevilla pero su corazón se encuentra en la Catedral de Murcia. Fotografía: Martínezld

Cierto es que, hacía ya varios años que había pedido ser enterrado en Cádiz y, posteriormente, en Murcia, ciudad que había conquistado en su época de infante. Allí fue donde se envió, curiosamente, su corazón.

Mas, a pesar de lo dicho, no se trata aquí y ahora de reescribir una biografía, ya que cualquiera que se lo proponga podría fácilmente encontrar varias y, por quedarnos únicamente con una, citaré la del Dr. José María Manuel García-Osuna y Rodríguez, publicada hace apenas tres años.

monumento a Fernándo III

Monumento a Fernándo III en la localidad zamorana de Peleas de Arriba. Fotografía: www.talesofawanderer.com/

Su padre, el infante leonés, Fernando Alfónsez, hijo de Alfonso el Legislador, el de las Cortes de 1188 y siguientes, de las que habremos de ocuparnos muy pronto, por mor de las fechas en las que nos encontramos, había nacido en Peleas de Arriba, pueblo de la provincia de Zamora y, por más que se diga o se escriba, nunca, que se sepa, renunció a su nacencia leonesa. De hecho, la gran aventura de la conquista de Sevilla que pertenecía, en el diseño de su bisabuelo, al Reino de León, se conseguiría, fundamentalmente, gracias a los efectivos de dicho reino.

Alfonso X

Alfonso X como juez, de su Libro de los juegos

Del mismo modo, Alfonso X que, de acuerdo con la costumbre leonesa, recibiría el nombre de su abuelo, a pesar de las veleidades de intentar coronarse Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, tampoco pudo sustraerse de la influencia del que había sido el reino más importante de la Edad Media hispana y el único cuyos reyes se intitulaban Emperadores. De hecho, hasta el momento en que Fernando hereda (con malas artes, también hay que decirlo) el trono de su padre, Castilla apenas había avanzado, en su deseo de hacerse con nuevas tierras del sur musulmán.

Es más, el hecho de permanencia e importancia de lo que ahora algunos (esperemos que no despectivamente) denominan el Viejo Reino, era palpable en la sociedad y ni siquiera el rey Sabio se había olvidado de ello. Véanse, sino, las leyes que aprobó, el mantenimiento de las estructuras políticas que seguían teniendo presente a León, como el Adelantado del Reino de León o incluso el hecho de que las cortes de ambos reinos se reunían por separado. Argumentos, entonces, hay muchos para seguir defendiendo que el Reino de León permanecía vigente y lo seguiría estando en el futuro, incluso hasta el día de hoy. Basta con mirar el escudo constitucional, por si alguien quisiera hacerlo.

¿Pruebas escritas en la época, que parecen las más fiables? El propio rey siempre hablo de los sus reinos de Castilla y de León, o incluso viceversa, pero para mayor concreción citemos un documento. En las vísperas de su paso al más allá, en el intento, quizá solo supuesto, de manifestación pública de reconciliación con su hijo, el rebelde Sancho IV, hace decir, por medio del escritor de la Crónica de don Alfonso décimo que “mandó fazer luego cartas selladas con sus sellos de oro porque fuesen çiertos todos los de los regnos de Castilla et de León…”. Una explicación bastante más coherente que esta a la que nos han acostumbrado en la actualidad con la utilización de frases como “Castilla y León alcanza un nuevo record de contagios…” y otras expresiones semejantes. Cualquiera que haga el mínimo esfuerzo de búsqueda, podría citarnos cientos de ellas. Es más, parece un uso ya consagrado, desde aquel primer estatuto que nos unció a una parte de la vieja Castilla bajo el apelativo de Castilla-León, a imitación de aquella otra Castilla apellidada La Mancha. De ahí parece derivar el hecho de una tan poco ortodoxa sintaxis… y eso que “en esta comunidad hablamos el mejor español…”, según nuestro nunca bien ponderado Vicepresidente.

Y LEÓN

Fotografía: Martínezld

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Bien sabían, entonces, tanto el rey sabio como sus más directos colaboradores que cuando se utilizan dos sujetos, cuando se citan dos realidades diferentes, tanto el verbo como los adjetivos que las acompañan deben escribirse en plural. Y luego menospreciamos, a veces, a esos “incultos” de la Edad Media… Claro que tampoco la manipulación y los intereses bastardos y hasta, en algún momento, ridículos, de algunos, no habían osado llegar tan lejos… Castilla y León son, tienen, alcanzan, reciben, etc., etc. Eso sería lo correcto, ya que, hasta la AEMET ha sido conminada, en ese sentido a utilizar un lenguaje correcto al referirse a esta Comunidad (que no Región) y el propio Senado de la nación ha emitido ya su veredicto que va en la misma línea.

Pero este tampoco era el objeto de nuestra reflexión de hoy, mas, sí nos sirve para señalar, por ejemplo, que don Lucas de Tuy, canónigo de San Isidoro y posterior obispo de la diócesis a la que se ha unido su nombre para siempre, coetáneo de los reyes Fernando II, Alfonso IX, Fernando III y Alfonso X manifestó reiteradamente que León debería preceder a Castilla en las intitulaciones regias. Muchas discusiones y problemas subsiguientes nos hubiéramos ahorrado si se hubieran seguido las indicaciones del sabio canónigo y obispo don Lucas.

Mas ¿qué ocurrió en los últimos años de este ”buen rey” que, en la apreciación de sus biógrafos, no lo fue tanto?

El hecho de haber perdido a su hijo mayor, aquel que debía sucederle, el infante Fernando de la Cerda (1275), supuso un enorme problema sucesorio que se enquistará durante años y varios reinados. Dicho problema se agudizaría con la rebelión de sus hijos, especialmente Sancho IV, llamado el Bravo, como nuestro Alfonso VI.

Estatua de Guzmán el Bueno en la Ciudad de León. Fotografía: Martínezld

Esa rebelión supondría que el rey Alfonso, en un momento determinado, se encontró tan solo y falto de apoyos, a pesar de estar emparentado con gran parte de los reyes hispanos y hasta europeos, que tuvo que negociar, con el emir de los benimerines, Abú Yusuf, incluso a cambio de su propia corona, una enorme cantidad de dinero y efectivos humanos para enfrentarse a su hijo Sancho. Y ahí también aparece, como gran valedor, un leonés muy conocido: nuestro Alonso Pérez de Guzmán, el Bueno, el de Tarifa, que había pasado a África y se encontraba al servicio de dicho emir.

Y hablando de Tarifa, no podemos olvidar que uno de los hijos de Alfonso X, el infante Juan que se llegaría a coronar más tarde rey de León (Juan I de León), fue el que propició el cerco de Tarifa y el directamente culpable de la muerte de Pedro Alfonso de Guzmán ante los muros de esa plaza.

sevilla reales alcázares

Reales Alcázares de Sevilla. Fotografía: Martínezld

Las relaciones con la urbe regia, con León, y a pesar de la distancia con Sevilla donde pasó la mayor parte de su tiempo, siempre fueron más que cordiales, habiéndose desplazado a la misma varias veces y, como ejemplo, citaré, simplemente el apoyo decidido que Alfonso puso en la Catedral de León. Cierto es que se comenzó en los últimos años de nuestro Alfonso IX, pero la influencia de las reinas llegadas de Francia y el parentesco del Sabio con el rey de dicho país, Luis IX, supusieron un enorme impulso a nuestro primer templo en el que se desarrolló y evolucionó ese nuevo estilo constructivo nacido de la mano del Abad Suger, en los alrededores de París, concretamente en la Basílica de Saint Denis, donde están enterrados muchos de los reyes de Francia, en concreto, los fallecidos entre los años 987 al 1789.

panteón real de León

Panteón Real de León, en la Basílica de San Isidoro. Fotografía: Martínezld

Por cierto, que, en ese sentido, como diríamos popularmente, los franceses nos deben una: cualquiera que tenga ocasión de ver el panteón de los reyes de Francia se dará cuenta de que, por allí, a pesar de las guerras, lo que no pasaron fueron los energúmenos de la peor especie, como ocurrió en nuestro Panteón de San Isidoro donde esta gente destrozó sarcófagos con el único objetivo de convertir los mismos en pesebres para sus caballos… o eso se suele argumentar, aunque, a poco que se piense, podrían existir otras intenciones mucho más retorcidas aún.

 Estoria de España del rey Alfonso X

Estoria de España del rey Alfonso X

Así, enfrascado en sus obligaciones reales y en medio de los disgustos que le venían causando sus hijos varones, Alfonso el Sabio llegará al final de sus días, en el Alcázar sevillano bajo las presiones de su hijo don Juan que quiere que le nombre, al menos, rey de Sevilla, y sus biógrafos nos dejarán siembre con la duda de si, en efecto, perdonó o no a su hijo Sancho, que le sucedió en el trono haciéndose coronar de inmediato. Cierto es que don Juan, como hemos sugerido más arriba, terminará coronándose rey de León, de Sevilla y de Galicia, en 1296, durante la minoría de edad de su sobrino Fernando IV. Algo que no prosperó, precisamente porque la reina doña María de Molina envió a Guzmán a combatirle y don Juan decidió huir a Portugal.

De este rey Sabio, y, para terminar, permítase que refiramos una anécdota. Cuentan las crónicas alfonsíes que él mismo se juzgó tan “sabio” que llegó a afirmar en una ocasión que, si hubiera estado al lado de Dios, en el momento de la creación del mundo, este sería, sin duda mucho mejor. Su soberbia le fue curada una noche en la que, en medio de una gran tormenta, un rayo entro en su propio dormitorio en el que dormía plácidamente al lado de la reina. Naturalmente, de inmediato se confesó pidiendo perdón; es lo que se conoce como el pecado de soberbia de Alfonso el Sabio.

  • Textos: Hermenegildo López
  • Fotografías: Martínezld

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