Versión clásica

La reina Urraca I de León y sus relaciones con Alfonso I, el Batallador, de Aragón

La relación de Urraca y Alfonso el Batallador, sin embargo, no tienen visos de poder llegar a buen puerto; es más, acabará en un absoluto fracaso. Y no solo por el fuerte carácter de ambos.

Urraca I de León

Busto de Urraca I de León. Fotografía: Martínezld

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Un 25 de febrero de 1119, Alfonso I de Aragón, llamado el Batallador, conquistaría Tudela.  Mas, no es que la fecha en sí misma haya motivado la reflexión de hoy, sino la propia figura de este Alfonso y sus relaciones con nuestra reina Urraca I de León.

Urraca I de León

Retrato de Urraca I de León. Colección de los Reyes de León. Ayuntamiento de León. Fotografía: Martínezld

Quede claro también que el hecho simple de la conquista de Tudela nos debería dar la pista para calibrar la importancia de este reino de Aragón, menos extenso y poderoso que su homónimo de León (basta con echar una ojeada a cualquier mapa del siglo XII e incluso a las conquistas del propio Alfonso I); sin embargo, y como hemos señalado ya varias veces, lo importante, en estos tiempos, y mucho más en aquellos, era la transmisión de los hechos y no cómo los mismos se hubieran producido.

Alfonso I de Aragón por Pradilla (1879)

Retrato imaginario del rey Alfonso I de Aragón en el ayuntamiento de Zaragoza. Fotografía: Wikipedia

Y, dado que las crónicas se han repetido y copiado sistemáticamente, casi hasta nuestros días, sin el más mínimo análisis riguroso, la memoria colectiva ha calado en la sociedad y en las mentes de los leoneses hasta el punto de hacernos creer verdaderas patrañas, calumnias y manipulaciones con respecto a nuestra historia como pueblo. Hemos llegado a la conclusión, incluso, de nuestra culpabilidad en situaciones en las que fuimos y somos únicamente víctimas. Aquello de que “si lo dicen, por algo será”… Vamos, pues, a tratar de desmitificar una de esas quimeras, de esas ensoñaciones, relatando una versión más ajustada a los hechos en las relaciones de ese casi mitológico Alfonso el Batallador con nuestra reina Urraca.

Sin que la estatura sea un desdoro (es evidente y no haría falta incidir en ello), comenzaremos diciendo que Alfonso, a quien hemos imaginado, de acuerdo con las representaciones pictóricas y las descripciones de algunos cronistas medievales, como un gigante, medía entre 1’61 y 1’62 metros, según ha sido demostrado por el análisis de sus restos.

Ello no impedía, naturalmente, que, como también se desprende de la misma autopsia, tuviera “un importante desarrollo muscular en la clavícula y brazo derechos por el uso continuado de la espada”.(García-Osuna y Rodríguez, J. M. La Reina Urraca I de León).

Pero volvamos a la cuestión anunciada más arriba: las relaciones de estos dos personajes de nuestra historia.

Es sabido que, tras la muerte del infante Sancho, el hijo de Alfonso VI, en la batalla de Uclés (29 de mayo de 1108), no hay más heredero al trono de León que la infanta Urraca, en ese momento condesa de Galicia, viuda de Raimundo de Borgoña (fallecido en Grajal de Campos el 20 de septiembre de 1107, a los 37 años de edad) y con un hijo, el futuro Alfonso VII. Urraca tiene 26 años y una relación que no es del agrado de la corte: el conde Gómez González Salvarórez que fallecería en la batalla de Fresno de Candespina, cerca de Sepúlveda, el 26 de octubre de 1110, precisamente luchando contra Alfonso de Aragón.

tumbas reales Alfonso VI Rey de León

Sepulcro de Alfonso VI de León en el Monasterio de la Santa Cruz de Sahagún. Fotografía: Martínezld

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Alfonso VI de León, próximo a la muerte, impone a su hija un nuevo matrimonio, en contra de los deseos de la misma, puesto que teme que, tras su desaparición, se desaten las luchas entre los nobles y no confía en la capacidad de una mujer para dirigir los destinos del reino. La situación política tampoco es la más idónea con la presencia de los almorávides que ya le han derrotado en varios enfrentamientos bélicos.

Así se lo hacen saber, incluso, muchos de los nobles que le acompañan. En el Anónimo de Sahagún se alude a que fueron precisamente estos lo que recuerdan a Urraca que la sociedad es eminentemente machista y que, sin marido, no podrá ni gobernar ni retener el reino de su padre, al tiempo que le sugieren algunos nombres.

fachada principal de Monasterio Real de Sahagún

Fachada principal de Monasterio Real de Sahagún Fotografía: Martínezld

La opinión es compartida también por los prelados, cuya misoginia era patente, y, al parecer es el obispo de Mondoñedo, Gonzalo Froiláz el que desliza el nombre del rey de Aragón.

Así, podemos afirmar que el candidato mejor colocado en la disputa terminó siendo dicho soberano, incluso en la idea de unir ambas coronas y fortalecer, de ese modo, el frente contra los ismaelitas. Algo que también se busca desde Aragón cuyo rey está soltero, no tiene descendencia y su único hermano, Ramiro, ha entrado en religión.

Así las cosas y sin demasiado entusiasmo por parte de los contrayentes, Urraca y Alfonso se casan entre los meses de septiembre y noviembre de 1109, en el castillo de Monzón de Campos, y, de inmediato, el aragonés se habría llevado a su esposa a la corte de su reino.

La estancia de ambos en Aragón debió ser muy corta puesto que, como consecuencia de la muerte de Alfonso VI y para evitar problemas sucesorios, regresan, de inmediato, a tierras leonesas. No se debe olvidar que el hijo de Urraca, Alfonso VII, se encuentra en Galicia y cuenta con grandes apoyos. No conviene abrir un nuevo frente de disputas puesto que la medio hermana de la reina, Teresa, muestra también deseos inequívocos de declararse independiente en el antiguo condado de Portuscale.

La relación de Urraca y Alfonso el Batallador, sin embargo, no tienen visos de poder llegar a buen puerto; es más, acabará en un absoluto fracaso. Y no solo por el fuerte carácter de ambos. Hay otras causas que, a día de hoy, ya no podemos dejar de señalar. Hemos sugerido que se trataba de un matrimonio impuesto y que la reina se había casado sin amor y más aún, ella estaba enamorada del citado conde Gómez González.

la batalla de villadangos

Recreación de la batalla de Villadangos.
Fotografía: Martínezld

Por lo que se refiere al aragonés, conviene no olvidar que se trataba alguien absolutamente violento (llegó a traspasar con un venablo a un partidario de la reina en presencia de ella misma, en el castillo de Monterroso), a quien solo interesaba el poder y la guerra, manifiestamente misógino y, en apreciación de muchos historiadores, con una “clara inclinación natural que le apartaba del trato con mujeres”, algo que incluso manifestaba, al parecer, de modo público.

Urraca I de León

Urraca I de León. Tumbo A de la Catedra de Santiago de Compostela. Fotografía: Wikipedia

Ello supuso que, si nos atenemos a la Crónica Compostelana, y en palabras de la propia reina, ella habría sufrido “deshonras, dolores y tormentos múltiples…” y fue ofendida, no solo con palabras, sino que “muchas veces mi rostro fue manchado con sus sucias manos y que yo haya sido golpeada con su pie”.

Eso era algo más de lo que una reina de León, y consciente de serlo, estaba dispuesta a tolerar. Sin embargo, las crónicas de la época hacen descargar sobre ella toda la culpa en el fracaso de este matrimonio. Convendría, entonces, comenzar a separar el grano de la paja, haciendo mención a los diferentes cronistas que narran los acontecimientos, mezclados, eso sí, con apreciaciones personales.

Comencemos por el más señalado difamador de Doña Urraca, el más dañino y pernicioso de todos ellos, Rodrigo Jiménez de Rada, el navarro reconvertido en castellano, arzobispo de Toledo, vinculado a la corte de los reyes Sancho VII de Navarra, Alfonso VIII de Castilla (realmente Alfonso I) y Fernando III de León y I de Castilla). La característica esencial de este cronista, absolutamente parcial, es su antileonesismo declarado.

De rebus Hispaniae

De rebus Hispaniae. Fotografía: Wikipedia/Rodrigo Ximénez de Rada

En su De rebusHispaniae, donde describe la Historia de Hispania desde sus primeros pobladores hasta 1243, se constata un odio absoluto a León y a cuanto significaba dicho Reino; por el contrario, la exaltación de Castilla y lo castellano es indudable. Y ciñéndonos a los hechos que nos ocupan, constatamos una primera mentira (que no será la única puesto que acusa a la reina de haber usurpado las tierras, nada menos que de su mentor Pedro Ansúrez). Para él, Urraca habría reinado en León, únicamente 4 años, el tiempo en que, ya separada de su segundo marido, hará el traspaso de sus derechos a su hijo, el futuro Alfonso VII. De ello se desprende también que Alfonso I de Aragón debería ser considerado rey de León, al menos entre los años 1109 y 1110.

Es más, es a ella a quien hace responsable de la guerra que se desata entre los dos, cuando, sin embargo, siempre según este parcial cronista, el rey “había comenzado a gobernar en paz y tranquilidad como buen rey que era…”.

La opinión de este cronista sobre Urraca I de León queda también patente en la siguiente afirmación: “y como la reina no guardaba la mesura debida en estas y en otras cosas parecidas, el rey hizo que fuese recluida en un castillo que se llama Castellar”. Cierto es que Alfonso cometió la torpeza de encerrarla, pero eso no hizo más que exasperar a la reina que fue, de inmediato, puesta en libertad por sus partidarios.

De cualquier modo, la opinión totalmente misógina de este prelado no se apartaba mucho de los de su época y hasta del común de la sociedad. Así, extractando algunas apreciaciones sobre Urraca diremos que incluso el canónigo de San Isidoro y posterior obispo de Tuy, D. Lucas (el Tudense), en su ChroniconMundi, opina que el hecho de que una mujer tuviera la osadía de dirigir el Reino de León debería ser considerado “una anomalía y un atrevimiento y que esa actitud perturbaría a toda la cristiandad hispana”. No extraña, entonces, el apelativo que, como un sambenito, han colocado a nuestra reina, Urraca “la Temeraria”.

Sin embargo, cabe también señalar que, contra lo que pudiera pensarse, dado que ya conocemos las obligaciones que la sociedad, tan compartimentada, adjudicaba entonces a la mujer, la reina de León era, para la Historia Compostelana, de una educación y un nivel cultural muy superior al Batallador, que estaba cargado de supersticiones y rodeado de adivinos y hechiceros. Su escasa educación, entonces, le hacía evitar la compañía de hombres sabios, probablemente porque se avergonzaba de no serlo. La acusación más terrible, sin embargo, que vierte contra él el autor de esta crónica es que “trataba con apóstatas y menospreciaba el culto divino”.

El odio hacia la reina se hizo tan patente que hasta pretendió, en palabras de ella misma, “hacer desaparecer” a su hijo, el futuro Alfonso VII para, de ese modo, apoderarse del reino de León.

urraca I de león y alfonso I de Aragón

Urraca I de León y Alfonso I el Batallador en una recreación de la batalla de Villadangos. Fotografía: Martínezld

Intentando conseguir estos fines, se enfrentará contra los partidarios de Urraca y su hijo en la Batalla de Villadangos, aprovechando el hecho de que el obispo de Santiago, Gelmírez, traía al niño a la corte a presencia de su madre. El enfrentamiento debió ser verdaderamente cruento puesto que tuvo lugar en el todavía hoy denominado Campo de la matanza y allí pereció el conde Fernando custodio personal del infante. Sin embargo, y por suerte, el niño pudo escapar acompañado del obispo citado.

El Arzobispo de Toledo, también en esta ocasión retuerce la situación hasta el punto de pretendernos hace creer que Urraca estaba “afligida, pues una mujer sola sin marido, apoyada solo en unos pocos, no sabía qué hacer en tan tumultuosos asuntos: veía a su hijo, el rey Alfonso, aún sujeto a los cuidados de la niñez…”.

Urraca I de León

Óleo de Carlos Múgica y Pérez. Museo del Prado

Son, como se comprende, causas suficientes para que la ruptura se consume y así, el 13 de junio de 1110 la reina firma una donación al Monasterio de Silos, sin la presencia de Alfonso, y lo hace como Urraca reina de toda España e hija del emperador Alfonso VI de León. Se comprende que ella ha tomado las riendas de su futuro y, además, en este intento de puente entre el pasado y su futuro, recupera el título imperial utilizado por su padre y alguno de sus antepasados.

Los enfrentamientos entre uno y otra y los partidarios de ambos siguieron incluso con invasiones del aragonés hasta Galicia donde contaba con algunos apoyos en la ciudad de Lugo. Para complicar aún más las cosas, Enrique de Borgoña, conde de Portugal y cuñado de Urraca, intentando sacar rendimiento a la situación se aliará con Alfonso I y así Urraca deberá buscar aliaos para hacerlos frente. Los más fieles resultaron ser los obispos que había propuesto su padre en el camino de Santiago, especialmente Bernardo de Sedirac arzobispo de Toledo que negocia con el papa para la anulación del matrimonio de ambos reyes. Con ello busca, además, la vuelta a la situación anterior sin que entren en vigor las capitulaciones matrimoniales que hubieran sido motivo de nuevos enfrentamientos.

Urraca I de León y Alfonso I el Batallador en una recreación de la batalla de Villadangos. Fotografía: Hermenegildo López

Para evitar males mayores, Urraca aceptará que su hijo Alfonso sea coronado rey de Galicia, en Compostela, por el obispo Gelmírez, el 19 de septiembre de 1111. Al año siguiente, por fin, llegará la nulidad del matrimonio e incluso una amenaza de excomunión para los reyes de León y de Aragón que, sin embargo, y si el destino hubiera jugado a favor podrían haber representado la unión de ambos en la persona de Alfonso VII, según preveían las capitulaciones matrimoniales, dado que el Batallador nunca tuvo hijos y, falto de heredero, tuvo que reinar su hermano Ramiro II, el Monje o también llamado el de la Campana.

  • Textos: Hermenegildo López
  • Fotografías: Martínezld

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