El tañido grave de la campana convoca a las almas en pena, que recorren las calles del pueblo en una procesión de sombras y palabras.
En Villalfeide, cuando octubre se apaga y las montañas guardan silencio, algo despierta. Más allá del barrio de la estación, al margen del calendario y del ayuntamiento, una vieja llama sigue viva. Es la Noche de Ánimas, esa en la que dicen, la puerta entre los vivos y los muertos se entreabre, y los espíritus cruzan el umbral para caminar entre nosotros.
El tañido grave de la campana convoca a las almas en pena, que recorren las calles del pueblo en una procesión de sombras y palabras. No es solo un rito, sino una procesión literaria, un viaje nocturno por la memoria, la poesía y la fe antigua que aún late en la piedra y el humo.
Porque en Villalfeide, cuando el viento sopla y la noche se llena de ecos, algo se mueve, y no es solo el recuerdo. Es la vida que dialoga con la muerte, como siempre lo ha hecho, bajo la luna de las ánimas.
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