Versión clásica

Presentación y Bendición del nuevo trono para el paso del Santo Sepulcro de León.

El próximo sábado 19 de abril a las 13:00 en la Plaza de la de Catedral se presentará y bendecirá el nuevo trono para el paso del Santo Sepulcro de la Cofradía Santo Sepulcro-Esperanza de la Vida de la ciudad de León.

santo sepulcroEl nuevo trono sustituye al actual bendecido en la Semana Santa de 1996 y realizado en madera de haya con iconografía propia de los frisos dóricos, con triglifos y metopas, algunas de ellas sustituidas por las cruces de la cofradía o del Santo Sepulcro de Jerusalén.

El trono que se presentará está realizado íntegramente en madera de nogal con un diseño inspirado en el mundo helenístico con una serie de aportaciones novedosas en cuanto al diseño de la parte superior del trono y en la estética del conjunto. Se ha realizado íntegramente en los talleres de Muebles Alcoba de nuestra ciudad.

Se reproduce, a continuación, texto elaborado por D. César García Álvarez, Doctor en Historia del Arte de la Universidad de León, en el que describe y comenta el proyecto con detalle y que ha sido publicado en la revista anual 2014 de la Cofradía Santo Sepulcro-Esperanza de la Vida.

Apuntes sobre la forma y significado del nuevo trono del paso del Santo Sepulcro

A la hora de analizar estéticamente un paso de Semana Santa, se produce, consciente o inconscientemente, una jerarquización interna de los elementos que lo componen, de modo que la primacía de la atención recae, inevitablemente, en la imagen escultórica. Es lógico que así sea, puesto que la imagen atrae y concentra las miradas, fascinadas al sentir, a través de estímulos ópticos que el sentimiento transforma en hápticos, sensaciones tan intensas que logran con-mover al cuerpo e inundarle de emociones que son, como su etimología indica, mociones, movimientos que estremecen conjunta y armónicamente al alma y al cuerpo.

Por esta razón suele concederse escasa importancia al resto de los elementos estéticos que también configuran un paso, los cuales, si bien de menor importancia que los propios de la imagen a la que acompañan y sirven, están sin embargo dotados de un sentido que rebasa su mera condición de adorno para transformarse en un conjunto de formas significativas que atesoran y expresan un sentido simbólico que puede y debe dialogar con el de las tallas. Entre ellos suelen desempeñar un papel importante los faroles, las velas o incluso las flores, pero probablemente sean los tronos los que posean una mayor trascendencia.

Un trono es, en principio, un soporte para la imagen, que permite que sea transportada por un número variable de braceros. La tipología de los tronos es sumamente variada, y puede abarcar desde la extrema simplicidad de unas parihuelas hasta la desbordante exuberancia y oropel de numerosos tronos sureños. También su relación con las imágenes que soportan comprende una gran cantidad de posibilidades, desde la mera funcionalidad hasta la desbordada y magnificente espectacularidad que, en ocasiones, llega a eclipsar el papel de los propios conjuntos escultóricos. Variadas son igualmente las relaciones significativas y simbólicas que pueden establecerse entre tronos e imágenes. En este sentido, en no pocas ocasiones, por desgracia, el cuidado se centra solamente en el aspecto formal y la riqueza material, en la pura apariencia externa, y se descuidan las inmensamente ricas relaciones que pueden y deben existir entre ambos.

No es precisamente el descuido de las implicaciones simbólicas de los tronos una característica de la Cofradía del Santo Sepulcro. Al contrario, como se ha podido percibir en la reciente creación del trono para el paso de El Hombre Nuevo, que yo mismo tuve el honor de glosar en esta revista, la atención dedicada a las dimensiones semánticas de los tronos no sólo ha sido intensa en lo relativo a su aspecto formal, sino sobre todo en el rigor con el que han sido escogidos los temas iconográficos de las cartolas, que dialogan con el sentido profundo de las imágenes del paso.

El nuevo trono para el Santo Sepulcro supone un paso más en la profundización de las relaciones simbólicas entre soporte e imagen. En esta ocasión, dichas relaciones se muestran un poco más esquivas y menos evidentes, puesto que se ha renunciado a la presencia de imágenes, y toda la fuerza expresiva se centra en la configuración de formas abstractas, reforzadas únicamente por una inscripción, como veremos.

En este sentido, es inevitable que se produzca la percepción de que las formas abstractas resultan portadoras de una carga de significado menor que las figurativas, lo cual es cierto solamente de modo parcial, puesto que, a lo largo de la Historia del Arte, las formas no figurativas han sido depositarias de numerosas significaciones simbólicas. Así, desde las correspondencias recogidas por Vitruvio entre formas arquitectónicas y conceptos simbólicos, fundamentalmente mitológicos y morales, hasta la redefinición deldecorum, esto es, la adecuación de las formas a su finalidad, en el pensamiento estético de la Contrarreforma, pasando por las equivalencias antropomórficas de los órdenes arquitectónicos registradas por Diego de Sagredo, existe una rica traditiohermenéutica que confiere a lo que en principio no son más que formas insignificantes un rico catálogo de implicaciones semánticas.

No existe, sin embargo, un diccionario unívoco que nos permita traducir, sin más, toda forma abstracta por su equivalente simbólico, sino que el sentido de cada conjunto debe establecerse, precisamente, por su relación con el contexto estético e ideológico concreto que cada obra configura. En el caso del Santo Sepulcro, la idea fundamental que impregna el paso es el anhelo de fijar el instante decisivo en el que el cuerpo de Cristo pasa del sueño de la muerte a la Resurrección. Esta sutil ambigüedad entre la muerte y la vida, que convierte a este Cristo yacente en un tipo iconográfico insólito (otra tendencia característica de la Cofradía) está reflejada con sutileza en las abstractas formas del trono. Así, el cuerpo inferior, marcadamente sobrio, está formado por una combinación de simetrías. En los laterales, el juego de las molduras define una serie de relieves entre los salientes de las esquinas y el central, queanima el conjunto y lo emparenta con los juegos formales propios de la arquitectura helenística y de la estética barroca. En la parte frontal, la compacidad del friso se ve aligerada por cuatro oquedades rectangulares, que no sólo servirán para que por ellas pasen las varas, sino que evocan a su vez el paso de la cerrada opacidad del sepulcro a la apertura vital de la Resurrección, sino que además incorporan el simbolismo del número ocho, relacionado desde la Antigüedad con la Resurrección.

En este cuerpo superior se cifra la mayor novedad y audacia formal, puesto que se rehúye la tradicional y lógica horizontalidad del cuerpo yacente de Cristo, sustituyéndola por una audaz inclinación que permitirá una mayor visibilidad de la talla, favorecida también tanto por la ausencia de braceros bajo el paso. Ello provoca un vacío visual que será cubierto mediante telas de terciopelo negro, sobre las cuales irán bordadas emblemas de la cofradía en hilo dorado, que ocultarán la parte inferior del paso, así como la visión de los tentemozos. El efecto estético se intensificará por medio de la colocación de cuatro candelabros bañados en plata, que sostendrán sendos cirios funerarios cuya ambigua luz, la vez tenebrista y esperanzada, alumbrará la imagen y el conjunto del paso.

La inclinación del cuerpo superior expresa a la perfección el paso y el tránsito de la horizontalidad mortuoria del yacente a la vital verticalidad de El Hombre Nuevo. Ligeramente conformado como una cruz rectangular, el lecho sepulcral está flanqueado por una inscripción que sintetiza todo el sentido del conjunto del paso: Sepulcro traditus, mortalibus vitam dedit, es decir, entregado por el sepulcro, otorgó la vida a los mortales. De modo tan leve como evidente, los símbolos de la Cofradía coronan en sus dos frentes este lecho sepulcral, cuyas depuradas formas expresan, como espero haber podido indicar, el paso del santo sepulcro a la esperanza de la vida.

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