Versión clásica

La insistencia en la conquista de Jaén

Se trataba de abrir la puerta hacia el valle del Guadalquivir, pero Jaén no era ciudad de fácil conquista puesto que estaba cercada por unas fuertes murallas, construidas por los almorávides en tiempos de Alfonso VI.

castillo de Jaen

Castillo de Jaén. Fotografía: Martínezld

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El cronista se enfrenta hoy a un innegable dilema pues no ha podido encontrar un hecho de la historia “leonesa” que pudiera servir de referencia para ser abordado en su artículo semanal.

Cierto es que, el 16 de febrero de 1267 se firma el llamado Tratado de Badajoz que venía a definir el límite “entre Castilla y Portugal”… Un ocultamiento más de la historia o, si se prefiere, una nueva manipulación, puesto que nunca Castilla tuvo frontera con el territorio portucalense, nacido de las entrañas del Reino de León, como la propia Castilla, huelga decirlo.

Jaen

Castillo de Jaén. Fotografía: Martínezld

castillo de Jaen

Castillo de Jaén. Tras la conquista de la ciudad por parte de los cristianos se repararon las murallas islámicas, iniciando Fernando III la construcción de una nueva fortaleza sobre la parte más alta del antiguo alcázar musulmán. Esta fortaleza, más pequeña pero defensivamente mas potente, será conocida por los cristianos como Alcázar Nuevo. Fotografía: Martínezld

Sin embargo, muy al principio de nuestras consideraciones (en concreto, el artículo número 3), ya nos ocupábamos de esos tratados de frontera entre León y Portugal, por lo que no merecía la pena abundar en el hecho, considerando uno solo de los mismos, sino mantenernos en una visión general como la presentada en el citado artículo.

Cierto es, también que, el 25 de este mismo mes, de 1018, Berenguer Ramón es nombrado conde de Barcelona tras el fallecimiento de su padre, Ramón Borrell. Y, aunque, a primera vista, el hecho no parezca tener una connotación directa con nuestra realidad leonesa, basta con echar una ojeada a la historia de un inmediato futuro para encontrar, en la corte de León a una descendiente directa suya, en concreto como primera esposa de nuestro Alfonso VII el Emperador, Doña Berenguela, cuyo palacio, en ruinas, en el patio del colegio de las Teresianas de León es una bofetada continua (como el resto de esos lugares) al respeto a nuestra historia. Pero eso es otro tema que, seguramente, merecería más de una reflexión y alguna que otra lágrima…

Hoy, en resumen, vamos a disertar sobre el hecho de la conquista de Jaén, ocurrida el 28 de febrero de 1246, en un tercer y definitivo intento, por las tropas del infante leonés Fernando III, en ese momento, dueño ya de la corona de León y del reino de Castilla.

Desde ese punto de vista, estamos, entonces, ante un hecho de “nuestra historia” y, del mismo, también se pueden extraer algunas enseñanzas.

Fernando III de León y Castilla

Fernando III, Rey de Castilla y de León. Cuadro de la colección de los Reyes de León. Ayuntamiento de León. Fotografía: Martínezld

Situémonos en el contexto y recordemos, para ello, que gran parte de esas tierras habían sido conquistadas con anterioridad por el Emperador Alfonso VII en 1147. Nada sorprendente, pues, que para quien aspira a suceder a su padre Alfonso IX, el Legislador o el Rey Ciudadano, siendo ya rey de Castilla, esta conquista se convierta en un motivo de verdadera obsesión, queriendo demostrar con ello que es capaz de equipararse nada menos que a un Emperador.

Sin embargo, para lograr sus intereses faltaba algo absolutamente esencial: el ejército leonés. Y hacemos esta afirmación puesto que el mismo se mostraría definitivo tanto en esta, como en las contiendas posteriores; así podemos colegirlo en el primer intento de conquista, ocurrido en el año 1225, durante una campaña que las tropas castellanas llevarían a cabo desde el año anterior

Se trataba de abrir la puerta hacia el valle del Guadalquivir, pero Jaén no era ciudad de fácil conquista puesto que estaba cercada por unas fuertes murallas, construidas por los almorávides en tiempos de Alfonso VI, previendo, tras la conquista de Toledo, una incursión por sus tierras.

castillo de Jaén

Castillo de Jaén. Fotografía: Martínezld

castillo de Jaén

Castillo de Jaén. Fotografía: Martínezld

Los efectivos acumulados para su defensa tampoco eran escasos, hasta tal punto que, por momentos, se permitían salir de la ciudad y causar grandes estragos al enemigo que los tenía cercados. Estos se contentaron, entonces, con destruir los alrededores, incendiando los campos y devastando cuanto podía ser de utilidad para los Jienenses, pero no pudieron conquistar la ciudad, a pesar de haber congregado un gran número de efectivos cristianos y contar con la ayuda del rey de la minúscula y efímera taifa mora de Bayyasa (Baeza), conocido como al-Bayyasi. Mas, según las crónicas, los atacantes se retiraron porque no contaban con máquinas de guerra… Quizá, con lo que no contaban era con la valentía y la organización suficiente que, sin embargo, sí era patrimonio del ejército leonés.

Entre los defensores, calculados en 3.000 caballeros y 50.000 peones musulmanes, se encontraban unos 160 caballeros cristianos comandados por D. Álvaro Pérez de Castro, llamado el Castellano, descendiente del Emperador Alfonso VII y hombre de confianza de Alfonso IX, lo que indica, claramente, la enemistad del rey con respecto a su hijo Fernando. Y así terminó este primer intento de conquista; como alguien diría, retirándose con el rabo entre piernas…

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Castillo de Jaén. El guerrero cristiano lleva un escudo de Castilla y de León, que no se empezó a usar hasta después de la toma de Sevilla. Fotografía: Martínezld

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Castillo de Jaén. Fotografía: Martínezld

Los ejércitos de Fernando volverían, sin embargo, a la carga en 1229, utilizando la misma táctica que venía empleándose tradicionalmente y que consistía en destruir cuanto encontraban a su paso para cortar todo tipo de suministros a la ciudad o castillo que pretendían conquistar. Este segundo intento de asalto comienza el 24 de junio de 1230, festividad de San Juan, pretendiendo, sin duda, granjearse el apoyo del Santo.

Sin embargo, y pese a que esta vez sí habían apostado ante las murallas máquinas de asedio e incluso de asalto, el cerco no dio sus frutos. En este caso se trataba, probablemente, más de una cuestión personal y política sucesoria que de falta de efectivos. El 24 de septiembre de dicho año 1230, fallecía en Sarria, camino de Santiago de Compostela para dar las gracias al santo, por el éxito en la conquista de Extremadura, el gran rey Alfonso IX, padre del rey de Castilla, Fernando.

Sobre los pormenores de los acontecimientos de aquellos días, también hemos tenido ocasión de disertar y, por lo mismo, ya conocemos el desarrollo y el resultado de los mismos. Las infantas Sancha y Dulce se verán, contra los deseos de su padre, apartadas de los derechos de herencia (comprados por la habilidad de Berenguela en favor de su hijo) y recluidas en un convento. Su medio hermano se hará con la corona de León y, a partir de ese momento, los ejércitos leoneses apoyarán, con los castellanos, la causa de la Reconquista.

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Castillo de Jaén. Fotografía: Martínezld

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Castillo de Jaén. Fotografía: Martínezld

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Castillo de Jaén. Fotografía: Martínezld

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Castillo de Jaén. Fotografía: Martínezld

Era la pieza que faltaba en esa partida de ajedrez, que se había hecho interminable, y así, la Reconquista vuelve a cobrar brío, dando a Fernando la ocasión de aumentar significadamente sus tierras.

Llegamos, entonces, a la siguiente campaña que fue establecida entre los años 1240 y 1248, una vez que Fernando se vio fuerte y sin enemigos en el Reino de León.

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La delirante placa del Castillo de Jaén que recuerda la toma de la Ciudad. León ignorado. Castillo de Jaén. Fotografía: Martínezld

Con el consejo y el asesoramiento del Maestre de la Orden leonesa de Santiago, fundada por Fernando II, Pelayo Pérez Correa, a partir de 1245 se comenzó, de nuevo, a destruir campos y cosechas de las aldeas que venían suministrando víveres a la ciudad, además de ir cerrando el cerco cada vez más, a pesar de algunos desesperados intentos de los defensores de llevar a cabo algunas salidas para proveerse de los víveres necesarios para poder prolongar la resistencia. Algunas de estas salidas fueron muy provechosas hasta el punto que, en una de ellas, incluso consiguieron hacer prisioneros algo que les serían de mucha utilidad a la hora de negociar las condiciones de la rendición.

Vista la inutilidad de la defensa y las perspectivas de una real consolidación de su reino en Granada, finalmente, el 28 de febrero de 1246 el rey Muhammad ibn Nasr ofreció vasallaje a Fernando III y le rindió la ciudad de Jaén.

Como hemos constatado, esta victoria, del mismo modo que ocurrirá posteriormente en el caso de Sevilla, se debe en gran parte a la buena organización del ejército leonés, temible, en aquellos momentos, y que venía demostrándolo desde la reestructuración que había llevado a cabo, en el mismo, el gran rey Ramiro II, el Invicto de Simancas, el Magnus Basileus, conocido por sus enemigos como Ramiro el Diablo, tal era el pavor que les infundía.

Una vez más, y ya van muchas, algo que se ha prolongado hasta la más rabiosa actualidad, León se hacía imprescindible… Mas, parco pago el que han recibido nuestros antepasados o los leoneses actuales por su generosidad y su implicación, incluso en conductas y hasta en intervenciones que ni siquiera eran de su incumbencia más directa. Como dice el viejo refrán “así paga el Diablo a quien le sirve…”

  • Textos: Hermenegildo López
  • Fotografías: Martínezld

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