Versión clásica

La virtud de la constancia o solo puede quedar un Fernando.

Sancha y Dulce serán “recluidas” en el monasterio cisterciense de Santa María de Villabuena, fundado por su madre, y en el que fallecerán; Sancha alrededor de 1243 y Dulce (sin demasiada certeza) en 1248.  

fernando III el santo

Fernando III. Colección de Cuadros de los Reyes de León. Ayuntamiento de León. Fotografía: Martínezld

Para un ciudadano del mundo clásico (Roma o Grecia) a la hora de interpretar el hecho histórico que traemos a la reflexión, la explicación más coherente sería que nos encontramos ante una decisión de los hados; un cristiano o un musulmán lo achacarían a la providencia, a una disposición de Dios, incluso fijada de antemano y fuera del tiempo; alguien, en estos tiempos de búsqueda de lo esotérico, lo podría interpretar como achacable a una simple conjunción de los astros… Pero para el que no entiende que la intervención de una fuerza extraterrena venga a intervenir y hasta interferir en las decisiones de los hombres, su razonamiento se establecería más en que se trata de unos hechos precios que han determinado una consecuencia, lógica, en la mayor parte de las ocasiones.

Sello de Alfonso IX de LeónAsí ocurre, muy especialmente, cuando son otros los que manejan las cartas o mueven los hilos de lo que hoy, simples observadores, interpretamos como hechos históricos; por momentos, incluso, esos prestidigitadores, ilusionistas o charlatanes se atreverán a dogmatizar que ha sido la intervención de la propia divinidad en asuntos que, curiosamente, coinciden con sus intereses.

Situémonos en el primer cuarto del siglo XIII; el primer matrimonio de Alfonso Fernández, el rey Legislador de León, con Teresa de Portugal (hija del segundo rey de ese recién nacido país, Sancho I y de la reina Dulce de Aragón) ha sido disuelto, en 1196, por evidentes razones de consanguinidad. Sin embargo, de aquella unión han nacido dos hijos, el mediano, un varón que, lógicamente, es, de inmediato, asociado al trono por su padre. Los hados, el destino, una súbita enfermedad (en realidad se desconoce la causa de su muerte) se llevaron al infante Fernando (el nombre de su abuelo, como era costumbre en la corte leonesa), en agosto de 1214, con apenas 21 años y después de haber participado en hechos tan significativos como la segunda convocatoria a Cortes, por parte de su padre, habida en 1202 en Benavente (aquella en la que se fijaron, por primera vez, los antecedentes de los actuales Presupuestos General del Estado y una serie de protecciones a los ciudadanos como las condiciones muy restrictivas de la devaluación monetaria que siempre ha perjudicado a los más desamparados) o las luchas intestinas que tuvieron lugar en Portugal y en las que intervino el rey leonés ante la llamada de su primera esposa, Teresa, contra las decisiones de su hermano Alfonso II de Portugal, que no quería respetar el testamento paterno en lo que se refería al tratamiento y herencia de sus hijas.

Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla

Alfonso IX de León y su segunda esposa Berenguela de Castilla. Colección de cuadros de los Reyes de León. Fotografía: Martínezld

escudos de león y de castilla

Escudo del Reino de León. Escudo del Reino de Castilla. Fotografía: Blasón.es

Nadie ha probado nunca, aunque, lógicamente, se haya especulado sobre la cuestión; la presencia de la segunda esposa de Alfonso, Berenguela, no tuvo que ser demasiado grata para los hijos del primer matrimonio de este… y el veneno se utilizó demasiado, a lo largo de esos siglos, como para excluir totalmente desenlace semejante cuando se tienen determinadas aspiraciones sucesorias. Ya el propio Alfonso había sufrido un intento de envenenamiento de parte de su madrastra Urraca López de Haro.

Con esta desgraciada muerte, aparece un nuevo aspirante, en la carrera sucesoria: Fernando de León, hijo del mismo Alfonso y de su segunda esposa, Berenguela de Castilla, hija de Alfonso I (adornado con ordinal VIII, cuando, en realidad, nunca hubo Alfonso alguno anterior a él en Castilla). Se trata de un infante real, nacido en los límites de la actual provincia de Zamora, y más concretamente, en Peleas de Arriba, entre los años 1199 y 1201; en ningún caso se había pensado en él para ser rey ni de León ni de Castilla.

En este último reino citado, el presumible descendiente del Alfonso castellano sería también un Fernando, nacido el 29 de noviembre de 1189, en la ciudad de Cuenca; este hecho supuso que la primogénita, Berenguela, pasara a un segundo plano, en la sucesión y que, incluso, su pretendido matrimonio con Conrado, duque de Rothenbourg, quinto hijo del emperador Federico I Barbarroja, no se llevara finalmente a cabo, a pesar de un compromiso previo.

Mas, como en el caso del Fernando de León, este Fernando de Castilla también fallecerá sin llegar a suceder a su padre; el hecho ocurrirá en Madrid, el 14 de octubre de 1211, a la vuelta de una campaña contra los musulmanes que tenían cercada la fortaleza de Salvatierra. Una repentina enfermedad fue también la causa de su muerte (bien extraño). Al joven le quedaba apenas un mes para alcanzar los 22 años. Los hados o el destino se habían llevado a los dos herederos de igual nombre, Fernando, con la misma edad.

Fernando III de León

Fernando III de León y I de Castilla en la iglesia de Santa María del Azogue o la Mayor de Benavente.
Fotografía: Martínezld

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En León, como hemos dicho, no quedaba más varón “legítimo” que Fernando, el nacido del matrimonio entre Alfonso y Berenguela de Castilla, matrimonio que había sido deshecho por el papado por la misma razón que el primero: la consanguinidad.

En Castilla, sin embargo, existía en la reserva un varón más, Enrique, que había nacido el 14 de abril de 1204; tenía, entonces, siete años y pasaba a ocupar el lugar preeminente en la línea de sucesión. El hecho se produciría apena tres años más tarde. Alfonso, el padre, muere el 6 de octubre de 1214 y, ante la minoría de Enrique, se producen las consabidas luchas de las grandes familias por hacerse con la regencia, dado que la reina Leonor de Plantagenet (hija de Enrique II de Inglaterra y de su esposa, la gran Leonor de Aquitania) será regente, únicamente durante veinticuatro días, el tiempo que sobrevivió a su esposo. Entre los aspirantes a la citada regencia, destaca la familia de los Lara que incluso intenta ocultar el cadáver de Enrique cuando se produce el “desgraciado e imprevisto accidente” (nunca bien explicado) de la muerte del joven rey, jugando con otros niños de su misma o parecida edad, en el palacio episcopal de Palencia.

Los hados, al parecer, seguían reclamando su tributo de sangre… Y así, en un cúmulo de circunstancias adversas para algunos, pero muy favorables para otros, la antigua reina de León, Berenguela, se hace con el poder en Castilla. De inmediato, y sin el consentimiento de Alfonso de León, se lleva a Fernando (su tercer hijo) a Castilla y le hace coronar de inmediato, en la Plaza del Mercado de Valladolid, actual Plaza Mayor, con el consiguiente disgusto y enfado de su padre, que, a partir de ese momento, le apartará de la sucesión al trono de León.

Varias tentativas para encontrar un sucesor fracasaron: en primer lugar, el intento de casar a su hija mayor, Sancha, con Jean de Brienne, noble francés y distinguido cruzado. Berenguela se las arreglará para que la novia sea su hija menor, también Berenguela, fruto del matrimonio con el propio Alfonso IX de León.

Alfonso trataría también, en una cabriola extraña, de ofrecer la sucesión al trono de León a su cuarto hijo, Alfonso (1202-1272), posterior señor de Molina y Mesa. Sin embargo, el joven renunció porque se lo había prohibido su madre Berenguela… Nada sorprende, entonces, de que la encontremos en medio de todas las intrigas de estos años aciagos para el Reino de León; se cuenta que su propio hijo Fernando III de León (I de Castilla) le dirigió una misiva, en plena conquista de Sevilla, ante las continuas insinuaciones de esta sobre lo que debía hacer y lo que no, con esta conocida y clarificadora frase: “madre, deje a los hombres ocuparse de las cosas de los hombres”.

Alfonso tuvo aún dos hijos más, en este caso “de ganancia” (como se denominaba a los nacidos fuera del matrimonio), con el mismo nombre, Fernando; el primero nacido de sus relaciones con Estefanía Pérez de Faiam, pero que también falleció, en concreto, en 1211; el segundo, hijo, muy probablemente, de una joven Salmantina llamada Maura, terminaría siendo deán de la Catedral de Santiago de Compostela, arcediano de la de Salamanca y canónigo de la de León. Imposible consolidar una sucesión al trono en esas condiciones…

Sancha y Dulce I Reinas de León

Las infantas fueron «reinas de jure» durante tres meses. Se retiraron al monasterio cisterciense de Santa María en Villabuena del Bierzo .Fotografía: Museo Etnográfico de la Montaña de Riaño

Como había precedentes en la corona leonesa, decide, entonces, dejar el trono a sus dos hijas Sancha y Dulce; y aquí aparece, de nuevo, la intrigante Berenguela que consigue, en sendas reuniones con la primera esposa de Alfonso, Teresa de Portugal, apartar a las legítimas herederas a cambio de engaños, promesas dinerarias que no se cumplieron, amenazas del ejército castellano en la frontera del Reino y traiciones de muchos nobles leoneses y especialmente del obispo de León y del Maestre de la Orden de Santiago que había sido encargado por el propio Alfonso como valedor de los derechos de sus hijas. La solución final pasará a la historia con el decoroso y hasta honorable nombre de “Pacto de las dos madres” (reunión habida en Coyança -Valencia de Don Juan) y “Concordia de Benavente” (documento firmado el 11 de diciembre de 1230), pero el mismo va a suponer el mayor atropello a los deseos de un rey, incluso, seguramente expresados por escrito… algo que aún no se ha podido encontrar pero que fue claramente explicitado de forma oral y en múltiples ocasiones. También aquí la “damnatio memoriae” hizo su trabajo, ya que Berenguela ordenó destruir todos los documentos emitidos por la cancillería leonesa o lo que se encontrara por escrito relacionado con los deseos de su exmarido sobre el particular.

Sancha y Dulce serán “recluidas” en el monasterio cisterciense de Santa María de Villabuena, fundado por su madre, y en el que fallecerán; Sancha alrededor de 1243 y Dulce (sin demasiada certeza) en 1248.

La constancia no deja de ser una virtud; en el caso de Berenguela, es hasta demasiado obvio.

  • Textos: Hermenegildo López González
  • Fotografías: Martínezld

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