El 29 de octubre, León celebra la festividad de su patrono, San Marcelo, mártir de la cristiandad. Cuenta la historia que en el año 298, el centurión Marcelo hizo pública su creencia cristiana, tirando al suelo su espada.

Imagen de San Marcelo en el altar mayor de la Iglesia de su nombre en León. Fotografía: Martínezld
Por lo que hace a los otros patronazgos de los que nos beneficiamos los leoneses, digamos brevemente: el primero se refiere al santo encargado de la ciudad y patrono, a su vez, de la policía local de la misma: san Marcelo (señalemos que lo es también de los objetores de conciencia al servicio militar, al menos en el pasado, en el que dicho servicio era obligatorio)

Iglesia de San Marcelo (León). Fotografía: Martínezld

San Marcelo. Fotografía: Martínezld
Se trata de un centurión de la Legio VII, probablemente primus pilus (traducido por “primipilario”) que mandaba la primera centuria del primer manípulo de la primera cohorte. Como podemos comprobar, estamos ante un soldado del mayor rango, el más importante del resto de los centuriones que, después de un año en este servicio, optaba al cursus honorum y a pertenecer al orden ecuestre. Era, entonces, el cuarto en el orden de responsabilidad de la legión, solo por detrás del Legado, del Prefecto del campamento y del Tribuno laticlavio (joven senador que hacía las veces de subjefe del legado). Además, tenía a su cargo la custodia del símbolo más importante que era el águila de la legión.
Con motivo de los actos que se celebraban por los natalicios de los emperadores Diocleciano y Maximiano (21 de julio del año 298), otros citan el nacimiento del emperador Valerio, momentos en los que se hacían entregas votivas a los dioses paganos, Marcelo declaró solemnemente, y ante toda la concurrencia del momento, que no podía hacer sacrificios a los ídolos dado que él era cristiano.

El Museo Arqueológico Nacional expone la que es considerada espada de San Marcelo. Fotografía: Martínezld
De inmediato fue encarcelado y, ante la negativa a desdecirse de su afirmación primera, fue llevado a Tánger donde se encontraba el prefecto del pretorio Aurelio Agricolano (máxima autoridad para Hispania y la Tingitania –norte de África), después de haber pasado por el tribunal del gobernador Fortunato (28 de Julio del mismo año). De todo ello hay constancia documental.
El 29 de octubre, tras ser juzgado, sería decapitado. Su cuerpo fue enterrado por los cristianos de la zona y no aparecería hasta 1173 años más tarde.
En efecto, con motivo de las guerras de conquista del norte de África, por parte del rey Alfonso V de Portugal (año 1471), fue encontrado un féretro con una información sobre la persona que allí estaba enterrada. Se trataba de “Marcellus, mártir legionense”. Exactamente, el 24 de agosto, los portugueses luchaban para conquistar la ciudad de Arcila, lo que les abriría las puertas de Tánger como así ocurrió el día 28 del mismo mes y ese día trajo la sorpresa del descubrimiento de la tumba de Marcelo.
Se da cuenta del hecho a los reyes de España y el propio Fernando el Católico se hace responsable del traslado a León, con el impulso del Cabildo de la catedral legionense y del Concejo de la ciudad. Y así, el 29 de marzo de 1493, Sábado Santo, entraban en la urbe regia, después de haber pasado la noche en el monasterio de san Claudio, para preparar la fiesta correspondiente, las reliquias del primer santo mártir leonés Marcelo.
Por lo que hace a la iglesia que lleva su nombre en la ciudad de León, la misma es obra del siglo XVIII, pero esta no fue, en absoluto, la primera, pues parece haber sido construida sobre elementos anteriores que se remontan al año 850, época de Ramiro I. Sin embargo, ni siquiera este sería el primer templo erigido, en este lugar, en honor del santo legionense, pues la tradición mantiene que, en época muy antigua (probablemente tras el edicto de Milán, del año 313, firmado por los emperadores Constantino I y Licinio, y que terminó con el período de las persecuciones contra los cristianos, se habría levantado una primera capilla, precisamente en el mismo lugar donde san Marcelo confesara públicamente su fe.
También se conserva un documento, descubierto por Raimundo Rodríguez Vega, que remite al día 8 de noviembre del año 863, fecha en la que nuestro rey Sancho I, el Craso, donaba a la iglesia de Santa María de León y san Cipriano, es decir a la Catedral legionense, y en concreto a su obispo Frunimio (entre el 860 y el 875), la iglesia de San Marcelo que sitúa al lado de la puerta Cauriense.
Las reformas de aquellos primeros templos, como la llevada a cabo en 1096, tratan de reparar los males de los mismos, en concreto y muy especialmente las destrucciones de Almanzor. En ese año nos encontramos con un monasterio agustino que se ha hecho cargo del lugar.
Sucesivas actuaciones nos llevan a los años 1588 y 1628 fechas en las que se construye el actual templo, obra de los maestros Juan del Ribero y Baltasar Gutiérrez, que tuvieron el acierto de mantener elementos constructivos anteriores (un tímpano gótico, por ejemplo) para poder rastrear la historia del edificio.
Unas palabras ahora dedicadas a la familia del santo que nos llegan rodeadas de elementos de muy dudosa credibilidad.

Capilla de Santa Nonia. Mujer de San Marcelo. Fotografía: Martínezld
Según se cuenta, Marcelo estaba casado con Nonia o Nona (santa Nonia) y tuvo doce hijos: Claudio, Lupercio, Victorico, Facundo, Primitivo, Emeterio, Celedonio, Servando, Germano, Fausto, Genaro y Marcial, además de una hija, Nonita.
En cuanto a los tres primeros, estudios recientes han llegado a la conclusión de que podrían tratarse, en efecto, de soldados hispanos martirizados en León, pero sin vinculación alguna de parentesco con san Marcelo. Lo que sí hubo en la ciudad fue un antiguo monasterio en honor a san Claudio en la zona del actual jardín de san Francisco que gozó de una enorme importancia.
Sobre san Facundo, distintas apreciaciones nos son presentadas en cuanto a la fecha de su martirio; en algunos casos se señala que el mismo habría podido suceder el 27 de noviembre del año 304; viene siempre vinculado a san Primitivo, en cuanto que fueron enterrados ambos en los alrededores de la villa del Cea que luego llevaría el nombre de un monasterio allí creado ya en época visigoda como Dommos Santos, para pasar posteriormente a denominarse Safagún (de san Facundo), Sahagún.
De san Emeterio y san Celedonio podemos apuntar que gozan de gran predicamento en zonas de La Rioja (patronos de Calahorra) y, en lo que respecta a Celedonio es patrono de Santander y de la diócesis del mismo nombre.
Por lo que hace a los tres últimos, diremos, simplemente, que son denominados “los tres mártires de Córdoba” y vienen citados, por primera vez, en un libro del poeta Prudencio (entre 398 y 405) y a los que él denominó “las tres coronas de Córdoba”.

Fotografía: Martínezld
No es hasta el siglo IX cuando los encontramos asociados a nuestro san Marcelo como hijos, por lo que podemos afirmar lo siguiente: seguramente, tanto estos últimos, como los demás, fueron relacionados con él por el simple hecho de ser soldados romanos martirizados, en la mayoría de los casos, durante la gran persecución de Diocleciano.
Queda, aún, un patrono más al que referirse: san Isidoro. Sin embargo, tanto de su figura como de sus obras y hasta de su traslado desde Sevilla a León, en la época de los reyes Sancha y Fernando (1063), ya nos hemos ocupado cumplidamente en otros artículos anteriores.
Solo cabe recordar que fue nombrado patrono del Reino de León una vez trasladadas sus reliquias. De ese modo, Santiago que lo había sido previamente, pasaría a serlo de una entidad mayor: Hispania.
Textos: Hermenegildo López González





