En este tiempo que nos está tocando vivir se están produciendo muchos cambios en la sociedad, y muy rápidos. Es como si necesitáramos aprender a marchas forzadas cosas que habíamos guardado hace tiempo en el armario o que nos sonaran vagamente.

Fotografía: Miguel Ángel Herreros
Debido a un “bichito” que ha empezado a viajar por todo el mundo sin control y que ha decidido intentar hundirnos en la miseria estamos desempolvando hábitos que habíamos olvidado debido a la frenética vida que estábamos viviendo.
El cambio más importante que se ha producido es el confinamiento en nuestras viviendas para ayudar a que no se extienda el virus. No estábamos acostumbrados a estar tanto tiempo en casa y hemos tenido que aprender a vivir más despacio, saboreando y disfrutando todo lo que hacemos.

Fotografía: Julio Herreros
Estamos dedicando más tiempo a la cocina e, incluso, algunos están dando sus primeros pasos.
Hay quien aprovecha para dar un repaso a la casa; dedicamos tiempo a esos hobbies que teníamos aparcados por falta de tiempo (leer, escribir, pintar…); nos marcamos una rutina para tener todo el día ocupado porque, dicen los que saben, que la cabeza no puede estar parada; nos volvemos más reflexivos y escuchamos más, aunque sea al locutor de la radio; surgen iniciativas solidarias para ayudar a los más débiles, aunque nosotros sobre esta cuestión no partimos de cero.
Las redes sociales echan humo proponiendo múltiples actividades (ver películas, conciertos, visitar museos, lectura de libros…); descubrimos que aquellas asignaturas que denominábamos “marías” (dibujo, música y educación física) son, en este momento, muy importantes para mantener la mente y el cuerpo en forma.

Fotografía: Martínezld
Y, a las 8 de la tarde, llega el momento más importante del día, tan ansiado como el inicio del descenso en el gráfico que nos dibuja, todos los días con sus palabras, Fernando Simón: el reconocimiento a todas las personas, fundamentalmente sanitarios, que lo están dando todo para sacarnos de este infierno cuanto antes.
A esa hora, cuando salimos a los balcones, entusiasmados, descubrimos que tenemos vecinos que, además de aplaudir, silban para inyectar una dosis adicional de ánimo; ponen música que el vecindario tararea; cantan “Hola don Pepito, hola don José” (¡qué recuerdos de la infancia!) y, todo ello, aderezado con la sirena de algún coche de policía que se suma al reconocimiento.

Fotografía: Enredando
La calle también ha dado un giro de 180º: el bullicio se ha transformado en silencio, los bares están cerrados, solamente pisan la calle las personas con fuerza y capacidad para levantar esta losa y, desgraciadamente, algún insolidario que no sabe de qué va esto. En algunos lugares, como Ifema, han cambiado las corbatas y los zapatos relucientes por mascarillas y zuecos blancos.
Cuando termine todo esto se producirá un cambio importante en nuestras vidas. Ojalá sepamos elegir y nos quedemos con las cosas buenas que hemos recuperado estos días.
Texto: Miguel Ángel Herreros