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Conoce Tahití y sus islas: La Polinesia francesa

Cinco archipiélagos, 118 islas, una cultura viva, una hospitalidad legendaria, un pueblo alegre, una naturaleza generosa y muy preservada, unos fondos marinos de una riqueza y esplendor sin igual, unas especialidades culinarias en cada uno de los archipiélagos y una infraestructura hotelera que cuenta con algunos de los establecimientos más bellos del mundo hacen de Tahití y sus islas el edén de los Mares del Sur.

foto turismo tahiti conoce_islasUn milagro de la naturaleza que surgió hace millones de años y que hoy en día sigue haciendo soñar a miles de viajeros en busca de la felicidad. Entre el cielo y el mar, los mundialmente conocidos bungalows sobre pilotes son, hoy en día, el emblema de los establecimientos de prestigio en Tahití y sus islas.
Tanto en tierra como en mar, Tahití y sus islas ofrecen una amplia gama de actividades: cabalgar por las playas vírgenes de Huahine, o por los senderos salvajes de las Marquesas, hacer un picnic después de una tranquila caminata bajo la sombra de unos majestuosos castaños tropicales, ir al encuentro de delfines, ballenas y tortugas, descender en rápel por magníficas cascadas o simplemente disfrutar de un paseo en bici por un pequeño atolón aislado… son sólo algunos de los momentos más especiales que ofrece las islas de Tahití, esos recuerdos preciados que uno va construyendo a su antojo.

Conocer Tahití y sus islas es sencillamente adentrarse en una cultura y un arte de vivir de una diversidad excepcional y única.

 Conoce las islas:

Las Tuamatou, las islas joyas:

 

La perla de cultivo de Tahití

Poe no Tahiti

“Los primeros receptáculos de luz”

La mitología polinesia habla de las perlas negras como los primeros receptáculos de luz que fueron dados por el Creador a Tane, dios del orden y de la belleza. Tane las convirtió en estrellas antes de enviárselas a Rua Hatu, dios del océano, para que iluminase su territorio. A continuación, el dios Oro, divinidad tutelar de la guerra y de la paz, las regaló a aquellas mujeres que codiciaba. Al finalizar su obra, entregó la ostra perlífera “Te ufi” a los humanos en recuerdo de su paso por tierra.

foto turismo tahiti perlasPinctada margaritifera, variedad Cumingii

La perla de Tahití procede de la Pinctada margaritifera, variedad Cumingii. Esta ostra perlífera produce de forma natural unos pigmentos negros que dan a su nácar y a sus perlas ese color tan característico. Presente en las lagunas de los atolones polinesios, la Pinctada margaritifera mide de 25 a 35 cm de diámetro. En estado natural, vive fijada a los corales y se alimenta de plancton, de pequeños animales y vegetales que flotan en la laguna. Según numerosos testimonios, fue conocida por los polinesios mucho antes de la llegada de los europeos. Utilizaban abundantemente el nácar para fabricar armas o adornos, pero también las perlas “naturales”.

“La Reina de las Perlas”

En estado natural, una perla nace y se desarrolla cuando un grano de arena o cualquier otro pequeño elemento irritante penetra en la concha. Ésta cubre entonces el “intruso” con sucesivas capas de nácar. Este proceso que tarda años es sumamente raro. Para encontrar una perla “natural” hay que abrir de 15.000 a 20.000 ostras perlíferas… Sin embargo, a partir del siglo XIX se realizaron campañas de pesca intensiva en las lagunas de las islas Tuamotu y Gambier, no sólo para explotar el nácar sino también para encontrar las célebres perlas negras. Un tipo de perla de gran valor y gran rareza que le valió el calificativo de “Perla de las Reinas” y “Reina de las Perlas”.

La época de los pioneros

Ante la rareza de las perlas “naturales” se desarrolló una técnica de producción artificial. La invención del injerto de la ostra perlífera se debe a las investigaciones de tres japoneses a comienzos del siglo XX: Kokichi Mikimoto, “padre” de la perlicultura moderna que desarrolló la técnica, mejorada  posteriormente por su yerno Tokishi Nishikawa y por Tatsuhei Mise.

En los años sesenta del siglo pasado, Jean-Marie Domard, veterinario que trabajaba al servicio de la pesca en la Polinesia Francesa, empezó a experimentar con la Pinctada Margaritifera las técnicas de injerto utilizadas por entonces en Japón. Había nacido la perlicultura polinesia. Las primeras experimentaciones se realizaron en la laguna de Bora Bora y, más tarde, varias granjas perlíferas se establecieron en las islas de Manihi, Marutea y Mangareva. A partir de los años ochenta, la perlicultura comenzó un desarrollo espectacular. En 1976, el Instituto Gemológico de Estados Unidos reconoció la autenticidad del color natural de la perla de cultivo de Tahití. La Confederación Internacional de Bisutería, Joyería y Orfebrería (CIBJO) la reconoció oficialmente y le dio el nombre comercial de “perla de cultivo de Tahití”.

El injerto

El injerto consiste en insertar un núcleo en la “bolsa perlífera” de una ostra. Con la forma de una canica pero hecho de materia orgánica, este núcleo desempeña, en cierto modo, la función del grano de arena. Al realizar el injerto también se introduce un trozo de tejido orgánico recortado del manto de una ostra donante. Para ello, las válvulas de la concha de la ostra a injertar son apartadas con unas pinzas. Si todo transcurre adecuadamente, el injerto formará un saco de perla y la ostra producirá capas de nácar para cubrir el núcleo y, eventualmente, producir una perla de cultivo.

La operación del injerto es un proceso muy delicado. Algunas otras rechazan el núcleo o mueren. Sólo entre el 25 y el 30% de las ostras injertadas dan perlas comercializables. La duración de la fase de perlicultura necesaria para formar una capa de nácar suficiente es de alrededor de 18 meses.

Durante los comienzos de la perlicultura polinesia, esta operación delicada y que requería una pericia perfecta era realizada por injertadores procedentes exclusivamente de Japón. Pero en la actualidad, numerosos polinesios dominan esta técnica e incluso existe una escuela de injertadores en el archipiélago de Tuamotu-Gambier.

Colecta y cultivo

La primera etapa de la perlicultura es la colecta de las huevas de ostras. Se realiza a través de unos “colectores”, en realidad unas bandas de materias sintéticas colgadas unos metros bajo la superficie de la laguna y a las se agarran que las jóvenes ostras. Estos colectores permanecen entre uno y dos años en el agua para producir unas otras de un tamaño de 5 a 10 cm. A continuación, estas ostras son atadas bajo el agua, en forma de ristra, para proseguir su crecimiento y alcanzar el tamaño necesario para ser injertadas, es decir de 9 a 11 cm. Esta nueva fase del cultivo dura de 3 a 12 meses.

Recogida

Tras el minucioso trabajo del injerto, todavía se necesitan 18 meses para tener una perla. Por lo tanto, en total son necesarios casi cuatro años de trabajo. Tras la primera cosecha también puede realizarse un sobreinjerto. Si el primer injerto ha producido una hermosa perla, esto significa que el nácar sigue con buena salud y puede soportar otro injerto, por tanto, dar otra perla. Pueden realizarse hasta cuatro injertos seguidos en un mismo nácar. Este proceso incesante que va del cultivo, del injerto a la recogida marca el ritmo de la actividad de una granja perlífera.

Diversidad y renombre

La belleza de una perla depende de un gran número de criterios: su forma, el estado de la superficie, su color, su oriente, su lustre… La perla de cultivo de Tahití se distingue por la variedad de los matices de color pero también por la gran diversidad de sus formas que van de la perla redonda, semi-redonda, anillada, barroca y semi-barroca.

Las autoridades de la Polinesia Francesa han definido cinco niveles de calidad que van de la categoría “Perfecta” a las categorías  A, B, C, y D. De 100 ostras injertadas, alrededor del 25% dará una perla comercializable pero sólo el 5% estará incluido en la categoría A. Es importante señalar que para ser comercializada como una auténtica perla de cultivo de Tahití, la perla debe presentar una capa de nácar de un mínimo de 0,8 mm.

Una notoriedad internacional

Junto con el turismo, la perlicultura es el segundo recurso económico de la Polinesia Francesa y el primer producto de exportación. Este sector y las industrias que dependen de él emplean a alrededor de 7.000 personas repartidas fundamentalmente entre el archipiélago de Tuamotu, las islas Gambier y el archipiélago de la Sociedad. La perla se ha convertido en un elemento esencial para el desarrollo de estos dos archipiélagos. La mayor parte de la producción se exporta a Asia y Estados Unidos tras unas subastas que en su mayoría se celebran en Polinesia y en Hong Kong.

Al haber adquirido una reputación mundial, la perla de cultivo de Tahití se utiliza en toda una gama de artículos que va de la pieza de colección a la joya de moda, pasando por la alta joyería y la joyería clásica. Del collar a las joyas de fantasía, la perla de Tahití se ha convertido en una gema fundamental.

En cifras

  • 9,5 toneladas de perlas brutas producidas en 2007
  • 631 granjas perlíferas en 2008
  • 5.000 empleos
  • Precio medio, al gramo, de la perla de cultivo bruta en 2007: 1.268 Francos CFP (10,6 euros)
  • Valor de las exportaciones de perla de cultivo bruta en 2007: 10.600 millones de FCFP (88,8 millones de euros)
  • Principales países de exportación: Hong Kong, Japón y Estados Unidos

Principales lugares de producción

Archipiélago de Tuamotu – Gambier (el 90% de la producción) Atolones de Ahe, Apataki, Aratika, Arutua, Faaite, Fakarava, Gambier, Hao, Katiu, Kauehi, Kaukura, Makemo, Manihi y Marutea Sur. Archipiélago de las islas de Sotavento (el 1,5 % de la producción) Raiatea y Tahaa.

El surf en Tahití y sus islas

Horue ra’a

Un invento polinesio

El idioma tahitiano cuenta con dos palabras para referirse al surf: ‘iri faahee designa la plancha de surf y Horue ra’a significa más o menos “deslizarse sobre el agua con una plancha”.

foto turismo tahiti surf_2El antepasado del surf actual fue descrito por primera vez por unos visitantes europeos –en concreto, uno de los lugartenientes del capitán Cook- en Hawái, en 1779. Pero también se practicaba en las islas del archipiélago de la Sociedad como testimonió James Morrison, uno de los marineros desertores del célebre “Bounty”, en 1788: “Para esta diversión, toman una plancha de una longitud variable y nadan hasta el nacimiento del oleaje, aguardan la formación de una ola, en ocasiones a más de una milla de la orilla y, acostándose sobre la plancha, se colocan en la cresta de la ola de modo a avanzar con ella con una rapidez extraordinaria. Los hombres y las mujeres destacan en este deporte y algunos son incluso capaces de permanecer de pie sobre la plancha” (1). Las planchas de la época eran de madera. Podían superar los 60 kilos para un tamaño cercano a los 4 m.

* 1: Morrison, James: “James Morrison’s Journal: Boatwain’s Mate of the Bounty” (Diario de James Morrison, segundo contramaestre del “Bounty”).

Una práctica tradicional

En la sociedad polinesia tradicional, la práctica del surf parece haber estado regida por unos códigos estrictos promulgados por la aristocracia. Los ari’i, los jefes, debían ser buenos surfistas. Posteriormente, con el tiempo, el “pueblo” también puedo hacer surf a condición de cumplir la tradición. En la época de de Cook, parece que los polinesios ya utilizaban tres tipos diferentes de planchas y que su fabricación respondía a todo un ceremonial en el que cada etapa debía cumplirse.

El olvido y el renacimiento

Con la colonización y la evangelización de las islas polinesias, el surf cayó en el olvido y fue desvalorizado. Para la nueva religión dominante no era apropiado perder el tiempo con un juego de este tipo que, además, era  practicado casi desnudo en el agua, tanto por los hombres como por las mujeres.

Hubo que esperar a los años veinte del pasado siglo, en particular bajo el impulso decisivo del hawaiano Duke Kahanamoku, para que el surf recuperase sus cartas de nobleza. De este modo, una práctica tradicional polinesia adquirió una dimensión internacional durante los años cincuenta y sesenta, pasando a ser un verdadero deporte en la década siguiente para finalmente imponerse como un auténtico estilo de vida en los años ochenta y noventa.

Unas condiciones ideales

Prácticamente en el centro del mayor océano del planeta, las islas polinesias están expuestas a las poderosas mareas que recorren el Pacífico. Así pues, la temporada de surf no se interrumpe en ningún momento.

A escasa distancia de la orilla la profundidad del océano alcanza ya varios kilómetros ya que las islas son las cumbres emergidas de antiguos volcanes. Al no estar frenado por un alzamiento progresivo de los fondos marinos, el oleaje rompe brutalmente en las costas o en las barreras de arrecifes formando algunas de las olas más perfectas y bellas del mundo. Además de su claridad, las aguas polinesias se caracterizan por su temperatura elevada, que oscila entre 23 y 26°.

El alto número de horas de sol que caracteriza el clima polinesio también es una baza nada despreciable, con una temperatura anual media de unos 28°.

Surf durante todo el año

En el hemisferio norte, durante el invierno, de noviembre a abril, unas poderosas depresiones situadas al noroeste del Pacífico generan unas olas largas que inciden especialmente en las costas polinesias orientadas al norte y al noroeste.

Entre junio y septiembre durante el invierno austral, las mareas se forman por las depresiones situadas en el hemisferio sur, cerca del Antártico, y alcanzan las costas polinesias orientadas al sur y al suroeste.

Por último, unas olas denominadas ciclónicas llegan en ocasiones a la Polinesia Francesa. Generadas por las depresiones y los ciclones tropicales en el Pacífico Sur, destacan por su fuerza. Son aguardadas por la élite de los surfistas mundiales y locales debido a las excepcionales condiciones para el surf que generan.

Los avances de la meteorología marítima permiten hoy ser avisado con varios días de antelación de la llegada de fuertes olas.

Diversidad de las olas

Con unos arrecifes coralinos que rodean la mayor parte de estas islas altas, la Polinesia Francesa cuenta con numerosos “spots” de tipo “reefbreak”, u ola de arrecife. Rompiendo en la barrera de arrecifes, estas olas son poderosas, muy huecas y propicias para realizar “tubos”.

Polinesia cuenta asimismo con “shorebreak” en las zonas costeras no protegidas directamente por una barrera de arrecifes. Las olas rompen en las playas formando un “beachbreak” o bien en las costas rocosas. Mientras que los “reefbreak” están reservados a los surfistas experimentados, algunos “beachbreak”, principalmente situados en la isla de Tahití, son zonas ideales para el aprendizaje del surf. Por último, Polinesia cuenta con olas de altos fondos. Rompiendo sobre altos fondos cuando la marea es fuerte, estas olas son denominadas “maoti” por los surfistas locales. Tienen una gran fuerza y son navegadas desde hace poco en especial en “tow-in”, o surf impulsado por un jet ski y, claro está, reservadas a los expertos.

Unos “spots” de categoría internacional

Algunos “spots” se han impuesto como lugares destacados del surf mundial. Cerca del canal de Havae a 70 km de Papeete, la mítica ola de Teahupoo debe su fama a su belleza, su fuerza y su peligrosidad. Cada año, a principios de mayo, es el escenario del enfrentamiento entre los 44 mejores surfistas del mundo con motivo de la Billabong Pro.

Durante las fuertes mareas en las que la ola puede superar los 10 m de altura, los principales nombres del surf, como el hawaiano Laird Hamilton, acuden para enfrentarse a la ola de Teahupoo. Otros “spots” también han adquirido una dimensión internacional, como la “desembocadura” del Papenoo en la isla de Tahití, Taapuna en Punaauia y Temae en la isla de Moorea.

Unos surfistas reputados

Tierra de surf, la Polinesia Francesa cuenta con grandes figuras de esta disciplina: Vetea David, primer polinesio en lograr el título de campeón del mundo júnior y que compitió durante 10 años en el circuito profesional, Arsène Arehoe, campeón de Francia en 1983, Hira Teriinatoofa, campeón del mundo aficionado de la ISA en 2004 y también Patricia Rossi campeona de Europa en el año 2000. Nuevas generaciones de campeones toman el relevo, como Tamaroa McComb, campeón del mundo júnior en 2008, y Michel Bourez, campeón de Europa júnior en 2006.

Fuera de los circuitos de competición, los surfistas polinesios como Manoa Drollet, Vetea David, Arsène Arehoe y Raimana Van Bastoaler son célebres por su técnica, en especial con las grandes olas.

Un deporte popular una verdadera cultura del surf

El surf es una de las actividades deportivas más apreciadas por los Polinesios. Se calcula que 20.000 personas practican con regularidad el surf en el territorio.

Más allá de la simple actividad deportiva, el surf es un verdadero fenómeno de sociedad. Toda una economía se ha desarrollado alrededor de esta actividad: desde la fabricación de las planchas, a cargo de los “shapers”, a las líneas de ropa específicas pasando por los accesorios. El surf está presente por todas partes convirtiendo a Tahití y sus islas en el verdadero paraíso para esta actividad. Durante todo el año se desarrolla una multitud de competiciones.

Cada vez más surfistas extranjeros apasionados acuden a realizar un “surf-trip”. Tras alquilar un barco y con la ayuda de guías-surfistas locales, parten a descubrir “spots” inexplorados o poco conocidos, en especial en los archipiélagos alejados como las Australes, las Marquesas y las Tuamotu.

Los principales “spots”

  • Tahití, costa oeste: Canal de Havae en Teahupoo; Canal Te Ava Ino, Te Ava Iti y de Vairao (Península); Mitirapa; Tiamao; Maraa; playa de Papara; Sapinus – Punta de los Pescadores y Taapuna.
  • Tahití, costa este: Arrecife de Arue; playa de Lafayette; arrecife de la Punta Venus; Ahonu; Orofara; Rocky Point, la Bahía; desembocadura del Papenoo.
  • Moorea: Haapiti; Temae; les bahías de Cook y de Opunohu; Beachcomber y Atiha.
  • Huahine: Fitii; Parea y el canal de Ava Mo’a.

Las principales competiciones

  • Billabong Pro -Teahupoo, principios de mayo (Teahupoo – Tahití)
  • Air Tahiti Nui – Von Zipper Trials, finales de abril (Teahupoo – Tahití)
  • Taapuna Master, septiembre (Punaauia – Tahití)
  • Te Ava Ava Nui Long Board Classic, finales de diciembre (Papenoo – Tahití)

 

El aceite de Monoï

El aceite MONOÏ es un producto típico de la Polinesia francesa, se obtiene de la maceración de las flores de Tiare en aceite refinado de coco. Considerado como un aceite sagrado en la Polynesia se usa tanto para hidratar como para nutrir, reparar y proteger la piel y los cabellos, gracias a sus propiedades cosméticas y su perfume único se trata de un verdadero producto de tratamiento y de eficacia natural.

foto turismo tahiti aceite_2Las familias de la polinesia suelen fabricarse ellas mismas este aceite, y luego utilizan los envases vacíos de jarabes para llenarlas. Desde hace mas de 30 años, el aceite de MONOÏ Hei POA, ya es muy habitual en la rutina francesa. HEI POA significa en Tahitiano: “Corona de flores roja en el valle verde, buenos días y bienvenido a Tahiti”

En 2012 el Monoï de Tahiti festejó sus 20 años de la obtención de denominación de origen controlada. Fue el primer producto cosmético que ha logrado una denominación de origen controlada. Desde el 1 de abril de 1992 los ingredientes utilizados así como el proceso de fabricación del Monoï de Tahití son estrictamente especificados por el décreto 92-340 según el que:
” El Monoï de Tahití es el producto obtenido de la maceración de flores de Tiaré en aceite de copra refinada, extraída de cocos cosechados en la zona geográfica de la Polinesia francesa, cuando las nueces están maduras, bajo el suelo de origen coral. Estas nueces deben provenir de cocoteros “Cocos nucifera” y sus flores de Tiare de la especie vegetal “Gardenia taitensis” (Flor de Candolle) de origen polinesio cosechadas … “

 

El matrimonio polinesio

Fa’aipoipora’a porinetia

En la sociedad tradicional

Dijeran lo que dijeran los “descubridores” europeos de la Polinesia Francesa a finales del siglo XVIII, las costumbres en la sociedad tradicional preeuropea estaban lejos de ser tan disolutas como lo pretende la leyenda que la describía como un “paraíso”. Muy a menudo, los relatos de estos descubridores hacían creer que el matrimonio entre los Ma’ohi no era más que un acuerdo formal con poco lugar para los sentimientos, sin consecuencia social ni religiosa y en el cual el acto sexual era el principal fin. Pero distaba mucho de ser así.

foto turismo tahiti matrimonio2Un papel destacado

En una sociedad polinesia mucho más compleja de lo que hacían pensar los primeros testimonios, el matrimonio polinesio respondía a unas reglas y a unos rituales precisos. Marcaba de facto el paso a la edad de las responsabilidades. Cuando dos jóvenes habían decidido casarse, debían obtener el asentimiento de sus respectivos padres. Cuántos más bienes o poder estaba en juego, más arduas y complicadas eran las negociaciones. No era posible casarse fuera de su casta (o clase social), a riesgo de perder su rango y sus privilegios.

Si bien los ritos eran ligeramente diferentes y sobre todo con un coste muy distinto según la casta a la que pertenecían los novios, el fundamento religioso y la importancia del compromiso eran iguales para todo el mundo.

Unos intereses en juego en ocasiones esenciales

En Polinesia como en otros lugares, cuanto más era lo que estaba en juego, más frecuentes eran los matrimonios de conveniencia. Por ejemplo, la unión marital podía servir para poner fin a guerras tribales, para asentar el poder de una familia sobre otro territorio, para construir o incrementar fortunas uniendo propiedades inmobiliarias, asociando títulos de “nobleza”, etc…

Por lo tanto, entre las familias de los pretendientes tenían lugar negociaciones para definir los términos del matrimonio y la aportación de cada una de las partes. Además de establecer alianzas políticas y sociales, el matrimonio creaba un conjunto de obligaciones recíprocas mediante el intercambio de bienes y servicios entre las familias. Estas obligaciones se extendían a lo largo de toda la vida de los esposos pero también durante varias generaciones.

EL rito prenupcial

Una vez establecido el acuerdo, cada una de las dos familias plantaba una rama de ti (árbol sagrado que se utiliza hoy para los cercados) delante de su fare (casa tradicional). Este acto simbólico convertía la promesa en sagrada. Los preparativos de la boda ya podían comenzar.

La mañana del primer día de la ceremonia, la familia y los amigos de la novia acudían, sin ella, a casa del novio. Si, debido a la lejanía, el trayecto requería navegar por la laguna, o incluso en alta mar, se construían unas piraguas especialmente para el acontecimiento.

Una vez llegada al destino, la delegación procedía a entregar unos regalos siguiendo un ritual y un orden definidos por el rango de cada uno de los miembros que la integraban. A continuación, la familia de la novia regresaba a su casa y cada cual proseguía los preparativos de la ceremonia que se desarrollaba al día siguiente. Era primordial que la unión fuera bendecida por los dioses. Por lo tanto, en el marae (lugar sagrado) de la tribu o, para los más opulentos, el marae familiar –en general del linaje del novio-, se desarrollaba el ritual religioso de la boda.

Una ceremonia codificada

Tras vestirse con sus mejores galas y ataviados con joyas, conchas y coronas de flores, los novios, escoltados por toda una procesión, se presentaban ante el sacerdote para la ceremonia propiamente dicha. Durante la misma, primero había que recordar el linaje de los antepasados de cada uno de los novios y dar las gracias a los dioses más importantes, pero también a aquellos que aportaban su protección a cada una de las dos familias y a aquellos a quienes estaba dedicado el marae. Sólo tras ello, el sumo sacerdote procedía a bendecir a los esposos, haciendo de este modo que su unión fuera sagrada, oficial e indefectible.

Hasta que no hubiese concluido esta muy larga ceremonia durante la cual se realizaban numerosas ofrendas a las diferentes divinidades invocadas, ofrendas que podían llegar hasta el sacrificio de animales, no podían comenzar las festividades.

Estas festividades se organizaban alrededor de un gran tamara (banquete) acompañado por cánticos y danzas. Los recién casados ocupaban las plazas de honor.

En la sociedad contemporánea

Al igual que para todos los ciudadanos franceses, el matrimonio en Polinesia Francesa es primero un compromiso civil validado por el alcalde del municipio o por uno de sus concejales. Luego, para los creyentes, que en las islas son la práctica totalidad de la población, este compromiso es bendecido durante una ceremonia religiosa, bien católica o protestante, las dos principales confesiones del país. Cada año se celebran alrededor de 1.000 bodas. El matrimonio sigue siendo por tanto una institución sólida en la sociedad polinesia.

Atractivo e importancia del matrimonio de inspiración tradicional

Aunque las religiones tradicionales ya no sean practicadas y se haya perdido gran parte de la memoria de los ritos que las caracterizaban, numerosos hoteles y estructuras turísticas del país organizan ceremonias de boda de inspiración tradicional. Eso sí, estas ceremonias sólo tienen un valor simbólico y no son legales. Pero al retomar parte de los rituales y de los fastos propios de las bodas tradicionales de alto rango, encuentran un franco éxito entre los visitantes.

Por ello, son cada vez más las celebridades y personalidades que acuden a casarse, simbólicamente, en nuestras islas. Así, se han casado estrellas como Eddy Barclay, Mickey Rourke, Dustin Hoffman y, más recientemente, Eddy Murphy en la isla de Bora Bora.

Las ceremonias reconstituidas

Los novios llegan al lugar de la ceremonia en piragua, recibidos por los cánticos de un grupo folclórico. Con un vestido tradicional y engalanados con un collar de lores, son unidos por un tahu’a, un sacerdote de la religión preeuropea.

Como en los tiempos antiguos, una sábana denominada tapoi cubre a los novios que reciben los parabienes de los invitados. La presencia de un grupo de danza y un paseo en piragua por la laguna suelen acompañar las festividades que se celebran en una playa o en un motu (islote). Un “certificado” de matrimonio escrito en un tapa (tejido fabricado a partir de corteza de árbol) suele entregarse en ese momento.

Exotismo, fastos, rituales y decorados paradisiacos se combinan por tanto para garantizar el éxito y el renombre de estas bodas polinesias todavía impregnadas del sabor de las festividades y el buen ambiente que caracterizaba y sigue caracterizando a la sociedad polinesia.

Lunas de miel y bodas

Además del atractivo que representan estas bodas, la fuerza del mito que rodea al territorio y el romanticismo vinculado a él han convertido a Tahití y sus islas en un destino privilegiado para los viajes de novios.

Alrededor del 30% de los turistas, unas 66.000 personas al año, acuden a Polinesia Francesa para pasar la luna de miel. Esta clientela denominada de “honeymooners” se divide, prácticamente en tercios, entre norteamericanos, europeos y japoneses. Para estos últimos, Tahití está fuertemente vinculado al matrimonio ya que el 70% de los visitantes japoneses acuden a la Polinesia Francesa en viaje de novios.

Es frecuente que los recién casados de todos estos países combinen su luna de miel con la celebración de una boda tradicional, aportando de este modo un toque romántico y exótico adicional a su estancia.

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Prepara tu viaje a Tahití

 118 islas, suntuosas y distintas,reagrupadas en cinco archipiélagos (Sociedad, Tuamotu, gambier, Marquesas, Australes),cada una con un carácter marcado.
  • Datos prácticos
Océano: Pacífico Sur
Superficie: 4 millones km2 (casi la superficie de Europa)
Capital: Papeete
Aeropuerto principal: Aeropuerto Faa´a
Idioma: El francés es el idoma oficial en Tahiti y sus islas, y el tahitiano es la lengua más hablada por la población nativa de las islas. El inglés es igualmente hablado.
  • ¿Cómo llegar a Tahití y sus islas?

Varias compañías aéreas unen las ciudades de Los Ángeles y Santiago de Chile con Tahití en vuelo directo.

La puerta de entrada a Tahití y sus islas es el aeropuerto internacional de Faa’a. Se encuentra a 5 km al oeste de Papeete, la capital de Tahití, cerca de los grandes hoteles. Además de la Terminal internacional y la designada a vuelos interinsulares, dispone de una oficina de información turística, un puesto de alquiler de coches y diversas tiendas, así como cajeros automáticos, una casa de cambio  y un servicio postal.

El pasajero español tiene diferentes opciones para viajar a Tahití y sus islas: la ruta más común durante todo el año es la que enlaza un vuelo de París y hace escala en Los Ángeles. Opciones (Información orientativa. Verificar rutas en las webs de las compañías aéreas):

  • Formalidades de ingreso

Es indispensable llevar pasaporte electrónico con fotografía digital, en caso de tránsito por Estados unidos. Igualmente, es aconsejable llevar pasaporte con vigencia de al menos 6 meses posteriores a la fecha de retorno, ante la posibilidad de una escala prolongada o imprevista en Estados unidos. Para más información en www.polynesie-francaise.pref.gouv.fr

  • Horas de diferencia

Tahití y sus islas están a 10 horas GMT, es decir, 12 horas en verano y 11 horas en invierno, en relación a París, 2 horas en relación a Estados Unidos, la costa Pacífico, 6 horas enrelación a Santiago de Chile, 19horas con respecto a Tokio y a Sydney y 22 horas en relación a Auckland.

  • Cambio y medios de pago

1 euro = 119, 33 XFP (cambio fijo) Taquillas de cambio: bancos, aeropuertos, puertos comerciales.
Se aceptan : todas las divisas en curso legal, las tarjetas de crédito internacionales, los cheques de viajero (en algunos casos, se cobra una comisión de cambio). Los bancos internacionales de Tahiti, y de las islas más visitadas, (Banco de Tahiti, Banco de la Polinesia, Socredo) tienen una oficina de cambio.

Los hoteles internacionales aseguran igualmente este servicio. Pero cuidado: algunos atolones e islas de las Australes y de Gambier están desprovistos de estos servicios.

En el Aeropuerto Internacional de Tahiti-Faa’a, dos oficinas de cambio (Banque de Polynésie y Banque Socredo) están abiertas en las horas de llegada y salida de los vuelos internacionales.

En Papeete, la oficina del puerto, en el paseo marítimo, está abierta de las 8:45 a las 16:45, de lunes a domingo. Cerrado el martes.

Importante: en ciertos atolones o islas remotas no existen oficinas de cambio. Por otro lado los hoteles aseguran también este servicio. Las tarjetas de crédito son aceptadas en la mayoría de los establecimientos.

  • Clima

Tahití y sus islas se benefician de un clima tropical, llegando a cerca de ¡3.000 horas de sol al año en el archipiélago de las Tuamotu! El ambiente se mantiene siempre agradable por los vientos alisios del Pacífico, que soplan todo el año.

La temperatura media se sitúa en torno a los 27°C, mientras que el agua de las lagunas se estabiliza alrededor de los 26°C. Los archipiélagos del extremo Sur, que se encuentran más alejados del Ecuador, tienen temperaturas más frescas.

  • Salud

No se requiere ninguna vacuna, exceptuando pasajeros procedentes de países en riesgo (información en la compañía aérea). En la isla de Tahití, el equipo médico y los servicios sanitarios son disponible.

  • Impuestos

– Impuesto de estancia de 150 FCFP/persona/día en hoteles clasificados y cualquier otro establecimiento de características similares. – Impuesto de estancia de 50 FCFP/persona/día en hoteles no clasificados y cualquier otro establecimiento de características similares.

Estos impuestos se aplican para el alojamiento en Papeete, Faa’a, Punaauia, Moorea-Maiao, Bora Bora, Huahine, Uturoa, Tahaa, Rangiroa, Mataiva y Tikehau. Están exentos del impuesto de estancia los menores de 12 años que se alojen con sus padres y los pasajeros en viajes de negocios portadores de una tarjeta de identidad profesional; para estos últimos, la exención se aplica mientras dure su gestión comercial, con un tope máximo de tres días.

– IVA sobre servicios turísticos = 10%. – IVA hotelero = 6%. – Impuesto sobre cruceros (TAC) : 500 FCFP/persona/día.

  • En la maleta

Se recomienda ropa de verano, cómoda y ligera (pantalones cortos, camisetas, trajes de baño, sandalias) y una prenda de más abrigo para la noche. Imprescindible gafas de sol, sombrero, crema de protección solar y loción antimosquitos.

Cómo desplazarse entre las islas

  • Por aire: – Vuelos regulares: Air Tahiti vuela regularmente desde Tahiti a 41 islas y asegura la conexión entre Papeete y Moorea (10 minutos de vuelo). – Vuelos chárter bajo petición con las compañías Air Archipels, Air Tahiti y SARL Pol’Air. – Y en helicóptero con Tahiti Helicopters
  • Por mar: Catamaranes y ferrys ofrecen varias travesías diarias entre Tahiti  y Moorea. Desde Papeete hay servicios marítimos a todas las islas habitadas. La frecuencia varía según el destino: tres veces por semana a las islas de la Sociedad, de 1 a 5 veces al mes a las Tuamotu, cada quince días a las Marquesas y Australes, y una vez almes a Mangareva (Archipiélago de las gambier).

Texto y más info: http://es.rendezvousenfrance.com/es/tahiti

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